miércoles, 15 de septiembre de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 65

Paula miró a su madre sintiendo un toque de rabia por lo pronto que había juzgado una decisión que le había costado tanto tomar.


—Ni siquiera lo conocías.


—Si tardaste tanto en decidirte, es que no tenías que estar con él. Compáralo con ese otro amigo tuyo, Pedro; enseguida lo trajiste para que lo conociéramos.


—Esto no tiene nada que ver con Pedro —dijo Paula.


Alejandra empezó a hacer montoncitos de masa sobre la placa del horno.


—¿Ah, no?


—¡No! Sí. Tal vez —Paula escondió la cara entre las manos—. Eso es lo que me pasa, mamá. Antonio era mi hombre ideal: Tranquilo, paciente, comprensivo.


—Parece más la receta de un buen sacerdote que de un buen marido.


—Yo siempre había pensado que vosotros habíais tenido un matrimonio tranquilo y perfecto, sin peleas...


—Cariño, me gusta que creas que hemos sido un buen ejemplo. Pero nos peleamos, aunque no delante de tí. Una vez incluso me fui de casa durante una larga temporada. Yo volvía cada mañana mientras tu padre estaba en el trabajo para estar contigo y que no te dieras cuenta de nada.


—No recuerdo nada de eso en absoluto.


—Me alegro, cariño.


—Pero, toda la vida he querido un matrimonio como el suyo.


—Y eso no es malo. Tu padre y yo tenemos un buen matrimonio.


—Pero me refiero a un amor serio, paciente...


—Pobre del hombre que espere que tú seas paciente. 


Eso era exactamente lo que Antonio esperaba de ella: Paciencia y tranquilidad, pero ella no era así. Y en el otro extremo, Pedro aprovechaba la mínima oportunidad para provocarla, animando el lado salvaje que siempre pensó que tendría que reprimir para conquistar a un hombre.


—Aprende cariño, que sin conflicto no hay pasión. Sin peleas no hay reconciliaciones. Una relación se alimenta de sorpresas y sin unas pocas locuras, en una semana estarías mortalmente aburrida.


Paula pasó un dedo por el vaso de la batidora y se lo llevó a la boca.


—¿Por qué se come ella los restos? —dijo el padre de Paula, entrando de repente en la cocina.


—Porque hoy ha hecho una cosa buena.


—¿Qué ha hecho?


—No se ha comido tu bolita de masa de galletas que está sobre la mesa.


Miguel se abalanzó sobre la mesa con la agilidad de un gato.


—¿Esto es para mí?


—Para tí, amor mío.


Tomó el plato en las manos como si fuese el bien más preciado y le dió un beso a su esposa en la mejilla antes de volver a la sala. El romanticismo no eran bombones y flores, sino cocinar para tu marido, hacer ver cuánto te gustan las galletas de tu esposa, ceder tu sitio en un avión... Paula supo que para ser fiel a su amor por Pedro tenía que ayudarlo a conseguir sus sueños, a encontrar a la madre de sus hijos. Si tenía que dejarlo marchar para ello, sería la cosa más romántica que hiciera en su vida.

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