lunes, 6 de septiembre de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 45

Paula estacionó al lado del coche de Pedro. Apagó el motor y se giró hacia él; no estaba lista para dar por finalizada aquella velada.


—¿Qué te ha parecido?


—Creo que me he enamorado de tu coche.


—Me refiero a mis padres.


—Ah —no podía verle la cara, pero imaginó que estaría asintiendo con la cabeza—. Son geniales.


Le importaba más de lo que habría pensado en un principio lo que él hubiera pensado de ellos.


—¿Y su matrimonio?


—La pareja ideal.


—¿Ves? Así es como puede llegar a ser. Si de verdad deseas una familia duradera, eso es lo que debes buscar.


Él se inclinó hacia delante en su asiento para verla mejor. Estaban muy cerca, sus rodillas incluso se estaban rozando. Su aliento cálido empezaba a empañar las ventanillas del coche. Paula miró fascinada cómo Pedro alargó una mano para tocarle el pelo. Estaba tan cerca...


—Una vez me dijiste que el amor debía ser un infierno acelerado e inesperado que te agarra del cuello y te mete en un remolino de sensaciones.


—¿Te acuerdas?


—Palabra por palabra. Fue muy poético.


—Tal vez.


—Y, ¿Has tenido alguna vez esa clase de sensación?


—¿Tú qué crees? —dijo él, misterioso.


—No quiero creer nada —su mente empezaba a adormecerse al notar que él le empezaba a acariciar el cuello dulcemente.


—¿Sientes eso con Antonio?


Ella había esperado que Antonio estuviera más allá de los límites de su curiosidad, pero Pedro había acabado por preguntar por él. Él seguía acariciándole el pelo y el cuello, y aunque sabía que tenía que apartarse de él, era incapaz.


—No creo que eso sea algo que tengamos que discutir —dijo en un susurro.


—¿Por qué no? Si quieres mostrarme parejas felices, háblame de tu relación.


—Mi vida privada es exactamente eso: Privada.


—Entonces cuéntame lo de David.


—¿Por qué?


—Tengo la sensación de que él tal vez fue tu infierno personal.


—Eso ya no importa —insistió ella—. Ocurrió hace mucho.


—Aun así, hay momentos que pueden cambiar tu vida.


—No creo. Siempre deseé ser abogado.


—¿Especializada en divorcios?


Aquel silencio lo dijo todo. Paula no podía recordar cuándo tomó aquella decisión.


—He aprendido que no es oro todo lo que reluce.


Pedro seguía acariciándola desde la clavícula hasta detrás de las orejas y el cuerpo de Paula temblaba por el efecto de aquellas caricias. En la radio, como si fuese obra de algún diosecillo juguetón, empezó a sonar la voz de Dean Martin y ella empezó a derretirse. Pedro tenía razón. Era el momento perfecto, tenía que explicárselo, decirle lo bien que estaba con él...


—Pedro...


—Dime, Paula.


—Antonio...


En ese momento Pedro se dió cuenta de que en realidad no quería saber nada de Antonio ni de David, ni de ningún otro hombre que se creyera lo suficiente para Paula.


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