viernes, 17 de septiembre de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 68

 —Paula, ¿Qué tal estás?


—Bien, Ariel. ¿Qué tal tu mujer y los niños?


—Divina y terribles respectivamente. Te echamos de menos el miércoles en Fables.


—Lo siento; entre la fiesta y el proyecto he estado muy ocupada, además tenía trabajo atrasado.


—Te ha acaparado mucho, ¿Verdad?


—¿Cómo?


—Nuestro joven señor Alfonso. Parece que te ha tenido muy ocupada. Espero que haya valido la pena.


«Mucho más de lo que él imagina», pensó Paula, pero sintió que debía cambiar de tema.


—¡«Joven señor Alfonso»! ¡Es mayor que tú!


—Ese chico es mi punto débil, y como yo estoy casado, le veo como un hermano mayor. Es un buen chico con una terrible mala suerte con las mujeres, y así es como le juzga el resto del mundo. Pero tal vez esa mala suerte se haya acabado —dijo Ariel.


Al ver que Pedro llevaba a Carla de la cintura hacia la pista de baile, Paula pensó que tal vez tuviera razón. Él no había dejado de sonreír desde que estaba con ella. Ella era una mujer adorable y muy buena con los niños, divertida, amable y perfecta. Lo tenía todo. Se giró pensando que Ariel estaría también admirando a la pareja, pero estaba mirándola a ella con sonrisa traviesa.


—¿Qué ha pasado? ¿Me he perdido algo?


—Apostaría a que sí, pero eso se puede remediar. ¿Bailamos?


Paula no pudo resistirse.


—¡Guau, Fred Astaire! ¿Dónde aprendiste a bailar así?


—Bueno, Ginger, como mi mujer se imaginó que no tendría ninguna gracia natural para estas cosas, me mandó a clases de baile.


—¡Aprovechaste el tiempo!


Ariel siguió bailando con Paula hasta que la música se detuvo. Entonces ella se paró a tomar aliento y cuando quiso recuperar a su pareja de baile, se dió cuenta de que «Fred» bailaba en la distancia con Carla. Estaba en el centro de la pista, sola, excepto por...



—¡Pedro! —susurró ella mientras él la tomaba en sus brazos para bailar.


—¿Bailas? —con aquellos ojos verdes grisáceos mirándola de aquel modo, era imposible negarse.


Ella aceptó sintiéndose como Cenicienta en los brazos del príncipe, y consciente como ella de que cuando acabara el baile... Si Ariel le había parecido buen bailarín, al lado de Pedro parecería torpe.


—Creía que tenías una lesión de espalda —mencionó ella—. Creo recordar que incluso lo indicaste en una lista.


—Mmm. Es extraño, pero ahora no siento nada de dolor.


Pedro bajó la mano por la espalda de Paula hasta encontrar la «V» del vestido, el punto donde estaba el tatuaje de la mariposa. Ella podía sentir la caricia de sus dedos y su delicadeza era tan erótica que sus rodillas estaban a punto de fallarle. Pero en lugar de cambiar su mano a otro punto menos conflictivo, se dejó llevar y se acercó más a él para perderse en su familiar aroma. Cerró los ojos y se dejó llevar por sus instintos, puesto que le seguiría hasta el fin del mundo si eso le hacía feliz.


—He oído que vendes tu casa —dijo ella, levantando la vista hacia él. 


Al ver que la miraba tan dulcemente, supo que la había entendido.

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