lunes, 6 de septiembre de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 41

 —¿Más patatas? —preguntó Alejandra.


Paula enrojeció y al mirarla Pedro se dió cuenta de que no era la primera vez le ofrecían repetir. Le guiñó un ojo a ella antes de mirar de nuevo a su madre.


—Por supuesto, Alejandra.


—Debes saber que eres el primer cliente al que Paula ha traído a cenar. ¿Estás en libertad condicional o algo así?


—¡Mamá, no es un delincuente! Es un cliente de negocios.


—Ya lo sé, cariño. Me estás arruinando la diversión.


Alejandra le guiñó un ojo a Pedro, y éste no pudo evitar soltar una carcajada.


—¿A qué negocios te dedicas, Pedro? —preguntó Miguel, uniéndose a la conversación.


—Soy inversor, señor.


—Eso no me parecen negocios.


—Papá...


—¿En qué inviertes?


Pedro miró a Paula con una sonrisa confiada.


—Gané algo de dinero como deportista profesional. Cuando lo dejé hice unas cuantas inversiones inteligentes.


La cara de Miguel se iluminó de repente.


—Sabía que te conocía de algo. Alfonso, ¿Verdad?


Pedro asintió y se sirvió más patatas.


—Eras bastante bueno. Una pena lo de esa lesión. Sorprende que puedas caminar.


Pedro sintió la mirada de Paula clavada en él.


—¡Paula y yo estuvimos hablando de tí hace unos días! — exclamó Alejandra palmoteando.


Paula lanzó una mirada asesina a su madre, pero no sirvió de nada.


—¿Por qué no me dijiste que era él? Parecía más bajo en la televisión. Ahora sí que tengo algo interesante que contar a mis compañeras de cartas.


Pedro miraba a Paula divertido. En aquellas partidas de cartas el tema de conversación debía ser las bodas y los nacimientos de los hijos y nietos de las amigas, y debía ser complicado hablar de cosas como el nuevo coche de lujo que se había comprado la hija de una de ellas. Tener a alguien conocido cenando en casa debía ser un tema de conversación de lo más apropiado, dadas las circunstancias. Entonces recordó a Antonio. ¿Por qué no le habían conocido aún sus padres? Tal vez fuera una táctica para quitarse a posibles pretendientes de encima, a la vez que a unos padres quisquillosos con el tema del reloj biológico. Su corazón volvió a acelerarse. ¿Estaba o no Paula comprometida? Ella nunca lo había negado ni todo lo contrario, y ni siquiera Antonio se presentó como su prometido, sólo como algo más que un amigo. Si hubiera sido él mismo, no habría dudado en pregonar a los cuatro vientos lo importante que Paula era para él. El tema de su prometido era lo que les tenía en aquella situación, y decidió que para el fin de la velada se enteraría de todo el asunto, de un modo u otro.


—Vamos, Pedro —animó Miguel—. El asado de Alejandra está seco en el mejor de los casos, así que si lo dejas en el plato más tiempo se hará incomible.


Alejandra gruñó divertida a su marido, y Pedro obedeció y acabó con la segunda ración de un asado tierno y absolutamente delicioso.


Una hora después, Pedro y Miguel conversaban en el salón mientras Alejandra y Paula recogían en la cocina. Miguel ofreció a Pedro una infusión; tenía prohibido el café a causa de su tensión arterial.


—¿Sigues jugando? —preguntó el anfitrión.


Pedro supo que se refería al golf. Siempre se referían al golf.


—Sí. ¿Y usted?


—Desde que me jubilé voy dos veces por semana, si puedo — el padre de Paula tomó un sorbo de su infusión, intentando evitar una mueca—. Paula también juega si consigo arrancarla del trabajo.


—Eso he oído. Mañana nos vamos a un viaje para jugar al golf con el bufete. ¿Me da alguna pista de cómo juega ella?

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