viernes, 17 de septiembre de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 69

 —No la casa de la playa.


—Me alegra saberlo. Pero, ¿Por qué vendes la casa?


—Un amigo me aconsejó una vez que fuera paso a paso. Aquella casa se construyó para una familia grande, y lo mejor será buscar esa familia primero, ¿No?


—¿Ya has encontrado otro sitio?


—Ya me he trasladado. Es un departamento de dos dormitorios, cerca de la casa de Luciana y Daniel.


Paula estaba orgullosa de él, de que hubiera dado un paso adelante, pero aquello también la entristecía porque sabía que después de esa noche ya no la necesitaría.


—Ahora me toca a mí preguntar —dijo Pedro.


—¿Sí? —dijo ella con los ojos muy abiertos.


—¿Por qué no ha venido Antonio?


—Está en Boston —tenía que saberlo en un momento u otro.


—¿Tan pronto?


—Pedro, Antonio ha vuelto a Boston porque le dije que no.


Pedro se detuvo por completo.


—Así que tú y Antonio...


Paula veía con pánico que la canción estaba llegando a su fin y no podía soportar la idea de alejarse de sus brazos. Tres minutos y medio eran muy poco, comparado con toda una vida sin él.


—Antonio y yo no estamos prometidos, no estamos saliendo y no somos nada, ¿De acuerdo? Ahora, calla y baila conmigo.


Pero Pedro tenía otros planes, la tomó de la mano y la llevó al balcón del salón, donde la hiedra trepaba por la pared de ladrillo y las gardenias lo llenaban todo de su aroma.


—Pedro, ¿Qué hacemos aquí? ¿Y tus invitados?


—No son mis invitados, Paula. No conozco a casi nadie ahí dentro.


Paula dejó escapar un quejido llevándose ambas manos a la garganta.


—¡Qué insensible por mi parte! ¡Tenía que haber invitado a tu hermana!, ¿Verdad? ¡Soy un desastre!


—Paula, ¡Basta! Esta noche voy a anunciar al mundo el nombre de la mujer con la que me voy a casar —no había pensado hacerlo así, pero al menos aquello consiguió atraer toda su atención.


—¿Cómo? —su voz era tan débil como el maullido de un gatito y en su cara se reflejaba la sorpresa.


—Sí, y he pensado que tal vez puedas ayudarme.


—Claro —dijo ella, sintiéndose cada vez más rígida entre sus brazos.


—Dile a la banda que en el próximo descanso subiré al escenario. Supongo que no les importará que utilice su micrófono para anunciar el nombre de mi futura esposa.


—¿Vas a hacerlo en el escenario? ¿Delante de todo el mundo? ¿Estás seguro?


Él la miró directamente a los ojos.


—Estoy segurísimo.


—De acuerdo —dijo ella, reuniendo coraje por fin—. Me encargaré de todo, no te preocupes.


—Gracias, Paula.


—No es nada. Y, Pedro —él contuvo el aliento—. Me alegro por tí.


Y se marchó.

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