lunes, 20 de septiembre de 2021

La Heredera: Capítulo 4

 —Desde luego —admitió él con sorna—. ¿Cómo se me ha podido pasar?


«No le gusto» pensó Paula. Era algo recíproco.


—Es algo que ocurre en todas las familias.


—Si usted lo dice —dijo él secamente.


—¿No tiene usted familia, señor Alfonso? —preguntó Paula en tono de desafío.


—No, si se trata de discutir mis asuntos financieros.


—Quizá por eso sea usted un adicto al trabajo —añadió Paula con mala fe.


Paula creyó haber encontrado su punto débil. Pedro sopesó la pregunta con detenimiento.


—¿Cree que no tengo nada mejor que hacer? —y negó con la cabeza—. No, esa no es la razón. A diferencia de usted, yo sí salgo con mujeres.


Paula se sintió tan desconcertada que no acertó a decir nada. Entonces descubrió el brillo maléfico en esos ojos verdes, que volvían a sonreír. Eso la hizo enrojecer de nuevo. No parecía haber tregua entre ellos. Procuró olvidar el azoramiento y ahogar la desagradable sensación que le producía haber sido derrotada en su propio terreno.


—Cada uno a lo suyo —dijo sucintamente, y dió media vuelta.


Pedro le cortó el paso con firmeza.


—Estoy de acuerdo —señaló—. ¿Y cuál es su juego? ¿Se divierte fingiendo que hace negocios respaldada por el dinero de la familia? ¿A eso se dedica?


Paula estaba tan indignada que parecía a punto de estallar.


—Estoy aquí para hacer contactos —vociferó—. En este trabajo tienes que aprovechar cada oportunidad.


Se sintió aliviada al pensar que muchos de sus colegas creían en ello a pies juntillas. El hecho de que ella y su socio Fernando no actuaran así no invalidaba ese principio.


—Esta noche hay un montón de oportunidades para hacer negocios — admitió Pedro Alfonso. 


En boca de él aquello sonaba como algo repugnante. Paula recordaba cómo se había sentido al ver a todos aquellos tiburones en la entrada.


—¿Y a qué se dedica exactamente? —preguntó Alfonso sin mucho interés.


—Soy consultora.


—Muy impresionante —dijo inexpresivo.


¿Por qué seguía teniendo la impresión de que se burlaba de ella? Paula decidió combatirlo con sus mismas armas.


—¿Y qué hace exactamente en el proyecto de mi padre?


—Lo mantengo a raya —sonrió Alfonso.


—¿Qué?


Paula estaba asombrada. Desde luego, era un hombre inteligente. La gente no trataba con tanta familiaridad a su padre. Así pues, no era un empleado. Y de ser un consejero no mostraba mucho respeto hacia su jefe.


—Discúlpeme, pero me cuesta creerlo —dijo enfadada.


—No me extraña —señaló—. Es testarudo como una mula.


La mayor parte de los que habían trabajado con Miguel Chaves se habían sentido intimidados. De lo contrario, no habían durado mucho.


—¿Quiere eso decir que su relación con mi padre está en las últimas? —preguntó Paula.


—¡No! ¿Por qué? Él quiere al mejor y ese soy yo. Solo necesita un poco de tiempo para comprenderlo —indicó Pedro Alfonso.


Paula parpadeó, incrédula. Se sentía totalmente desarmada ante la aplastante seguridad de Pedro Alfonso.


—Quizás sea algo propio de la familia —sopesó provocativamente.


—¿El qué? —preguntó Paula a la defensiva.


—La permanente necesidad de confrontación.


Ella trató de fulminarlo con la mirada. Pedro levantó una ceja. Se estaba divirtiendo; se sentía seguro y estaba dispuesto a competir con ella. ¡Esa maldita mirada! Paula tenía ganas de patear el suelo. Se limitó a dejar de fingir que no sabía lo que él intentaba hacer. Solo quería provocarla y tomarla el pelo. 

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