viernes, 10 de septiembre de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 55

 —Porque es una estupenda oportunidad para pasar tiempo con los peces gordos, con aquéllos de los que depende la decisión de que me conviertan en socia.


—Oh. Ya veo. Creía que estabas aquí para hacerme feliz. ¿No es eso lo que Gerard te dijo en la reunión del bufete de ayer?


Ella lo miró, furiosa. La provocativa boca de Pedro empezaba a dibujar una sonrisa. Paula sentía que le ardían las mejillas, pero le gustaba que siguiera sonriendo. No tenía ni idea de lo que estaba pensando, de por qué estaba ella allí con un palo de golf en una mano y una cerveza en la otra. ¡Aquello no estaba planeado!


—¿Qué te haría feliz, Pedro?


-Jugar al golf, beber cerveza y ganarte.


Paula suspiró de alivió. Bueno, no iba a dejarlo ganar sólo para hacerle feliz. Entonces se dio cuenta de que, con las reglas de Gerardo, tal vez ganarle no fuera un imposible.


—De acuerdo. Juguemos y bebamos, y que gane el mejor — dijo ella, levantando su cerveza.


A las cinco estaban de vuelta en el hotel y Paula estaba machacada.


—No podré soportar otro día así —gimió Paula mientras se arrastraba hasta su habitación, apoyando todo su peso sobre Pedro.


Él la llevó hasta la cama y ella se dejó caer sobre ella boca abajo. Cuando se aseguró de que ella no se caería, él se retiró.


—Esto aún no se ha acabado —dijo él—. Nuestro vuelo sale mañana por la noche.


Ella levantó la cabeza y mostró las tres medallas que le habían concedido.


—¿Recuerdas por qué me han dado todo esto? Una ha sido por dar el mayor número de golpes por par en el hoyo trece. Esta otra por caer en más bancos de arena que nadie y de la tercera no quiero acordarme, aunque estoy segura de que todo el mundo me lo recordará en el bufete —gimió ella—. Por favor, no me hagas volver ahí. No me importa si no me hacen socia y me ponen a trabajar en el cuarto de las escobas. ¡No puedo volver a hacerlo ni un minuto más!


—De acuerdo.


Ella levantó la cara de la cama y él pudo ver que tenía las marcas de la colcha en ella. La sonrisa que le dedicó a Pedro fue la más sexy y tentadora del mundo.


—¿De verdad?


—Tengo una idea mejor de qué podemos hacer.


Ella levantó las cejas, pero aquello pareció provocarle una punzada de dolor en la cabeza.


—Estamos a tan sólo dos horas en coche de mi casa de la playa. Puedo pedirle a un conductor del hotel que nos lleve esta noche y mañana pasaremos un día de lo más glorioso y relajante en la Bahía de Byron.


—¿Por qué quieres que vea tu casa de la playa? —preguntó con voz temblorosa por el dolor de cabeza.


—Porque es donde crecí.


Ella se puso de rodillas sobre la cama de un salto.


—¿Quieres decir... Tu casa de acogida? ¿Cómo...?


—Los Gibson murieron hace unos pocos años y aún debían mucho dinero de la casa. Gastaban cada centavo en los chicos, así que la casa estaba endeudada hasta las tejas. Yo me enteré hace un par de años y se la compré al banco. Paso allí todo el tiempo que puedo nadando, pescando y haciendo conducción todoterreno.


Ella lo miró con la cara de tristeza que da el abuso de la bebida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario