miércoles, 8 de septiembre de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 46

Ella era tan dulce, con el pelo brillante como una aureola alrededor de su cara y aquellos labios suaves y dulces que no dejaban de tentarlo. No podía dejar pasar aquel momento; lo que deseaba estaba justo enfrente de él y no quería más complicaciones de prometidos. Así que decidió acortar distancias y sellar los labios de ella con los suyos. Ella tardó un segundo en reaccionar y él dudó si la habría interpretado mal. Entonces, con un suave gemido, ella lo besó también. Fue el beso más dulce y erótico que Pedro había recibido nunca. Los labios de Paula le habían seducido totalmente con su suavidad aterciopelada. Se dió cuenta de que aquel beso había sido inevitable desde la primera vez que se vieron. Pedro se retiró, juguetón, pero ella respondió con tal fervor que le pilló con la guardia baja. La mano de él, sobre el cuello de Paula, bajó por su espalda y la atrajo más hacia sí y el beso se hizo más profundo, aún más sensual, sus bocas deseosas la una de la otra. Apenas se habían tocado, pasado tiempo juntos y apenas se conocían, pero se sorprendió que ambas partes eran igualmente vehementes en aquel beso. Qué sensación la de estar perdiendo el sentido. Y entonces apareció Antonio de nuevo en su cabeza. ¿Por qué tenía que pensar en él cuando tenía a aquella fantástica mujer entre los brazos? ¿Por qué cuando ambos parecían querer olvidar su existencia? El problema era que no era el chico sin conciencia que todo el mundo pensaba que era. Tenía que apartarse de ella. Volvió a sentarse, rodeándola aún con los brazos mientras ella abría los ojos. ¡Cómo brillaban!


—Qué maleducado por mi parte —dijo él con la voz tomada por la emoción—. Te he interrumpido en mitad de la frase. ¿Qué ibas a decir?


¿Qué iba a decir? ¿Acaso esperaba que recordara algo de lo que había pasado hacía cinco minutos? Ella se echó hacia atrás, alejándose de sus cálidos brazos y pasándose una mano por los rizos revueltos. Él sonreía con una chispa en los ojos, esperando su respuesta, pero su mente estaba tan opaca como las ventanas cubiertas de vaho. Su mente consiguió retroceder en el tiempo y recordar lo que estaba pasando hacía unos minutos.


—¿Paula?


Su mente acababa de volver al presente.


—Seguro que no era importante. Creo... creo que deberías marcharte.


—Debería haberme marchado hace diez minutos.


—Humm.


Pero aquello había sido tan agradable que no habría cambiado ese beso por nada del mundo. Pedro se inclinó hacia delante para encender la ventilación del coche y quitar el vaho de las ventanillas. Paula se perdió en su aroma, tan cálido, atractivo y masculino. Luego él abrió la puerta y salió, sustituyendo su aroma por el frío aire de la calle. En el último momento se volvió hacia ella.


—Gracias por la lección de esta noche. Tus padres son un gran ejemplo para todos nosotros...


—Oh, claro —«claro».


—¿Paso a buscarte a tu casa?


Ella abrió y cerró los ojos, sin saber a qué se refería.


—Mañana... Sanctuary Cove...

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