miércoles, 1 de julio de 2020

Volveremos a Encontrarnos: Capítulo 51

—De acuerdo, si tú lo dices... —dijo ella un poco dudosa—. Súbete al neumático.

El neumático estaba colgado de una gruesa rama que se arqueaba por encima de la poza. Él subió a la rama y luego bajó por la cuerda hasta el neumático. Por el momento todo iba perfecto. No se había mojado lo más mínimo. Empezó a impulsarse para que el columpió se balanceara. Apolo, que parecía haber hecho muy buenas migas con los hombres, empezó a correr como un loco por la orilla mientras ladraba frenéticamente cada vez que el neumático pasaba por encima del agua.

—¡Jefe, sonríe!

Pedro mostró los dientes. No creía haber pasado más frío jamás. Hizo distintas poses encima del neumático sin que nadie se lo pidiera. Se sentó encima, se puso de pie y sacó pecho, metió las piernas por el agujero... Tenía tanto frío que se sentía rígido como un muñeco de madera. Le extrañaría que en la foto no se notara la carne de gallina.  A juzgar por los comentarios, los muchachos no estaban muy satisfechos con la sonrisa y las poses. A Paula solo se le veía le ceño fruncido detrás de la cámara.

—¡Pon cara de felicidad! —le gritó Alberto por encima de los ladridos del perro.

—¡Ven tú aquí y ponla! —le respondió él tiritando.

—Se acabó —dijo Paula—. No hace calor para esto. El pobre va a morirse. Pedro, vuelve, lo intentaremos otro día.

¿Otro día? Eso significaba alargar su estancia. Lo del «el pobre» sonaba casi como si le hubiera perdonado. Evidentemente, no era el momento de abandonar. Intentó parecer feliz con más ahínco. Impulsó el neumático hasta que describió un arco altísimo y se puso a horcajadas como si fuera un caballo.

—¡Muy bien, vaquero! —gritó Gabriel entusiasmado.

—Eso es —reconoció Javier.

—¡Vas a caerte! —gritó Paula con un curioso tono de espanto en la voz— . ¡No hagas eso!

Naturalmente, tuvo que hacerlo con una mano.

—Preferiría que no lo hicieras —dijo con un hilo de voz Paula aunque no paraba de disparar la cámara.

Pedro volvió a ponerse de pie en el neumático. Se agarró de la cuerda con las dos manos y empujó el neumático con las piernas. La cuerda actuaba de muelle que impulsaba el neumático arriba y abajo.

—Muy bien —dijo Paula como si estuviera sobre un millar de lanzas—. Ya está. Ya tengo todo lo que necesito. Se acabó.

—¡Eh! ¡Haz la bomba en el agua! —gritó Gabriel con una repentina inspiración—. ¡Sería una foto de verano sensacional!

—Eso, jefe, salta.

—¡Vamos! ¡Sería una foto maravillosa! —añadió Javier.

Él los miró con el ceño fruncido. Se olvidaban de lo fácil que iba a ser para él tomarse una cumplida revancha. La próxima vez que hubiera una ventisca los tres iban a comprobar todas las cercas a caballo, incluido Alberto, que llevaba años sin montar.

—¡Salta! —gritó Gabriel.

—Ni se te ocurra —dijo Paula—. No seas ridículo. Hace demasiado frío. Para el neumático.

—¿Qué no se me ocurra?

Él la miró cuando pasó junto a ella. La mirada de ella expresaba ansiedad. Realmente no quería que saltara al agua. Hasta él comprendía lo bien que quedaría la foto.

—Baja de ahí —dijo ella.

Estaba poniéndose furiosa. ¿Significaba eso que anteponía su seguridad a la maldita foto? ¿Le preocupaba él? Si tenía en cuenta lo sucedido la noche anterior, eso no era una buena señal. En absoluto. Entonces, ¿Por qué sentía cierto placer ante la expresión angustiada de ella?

—Pedro, ¿Te importaría bajarte de ahí antes de que te pase algo? —suplicó ella.

—¡Vamos, jefe, salta!

—¡Ustedes, dejenlo ya! —dijo ella con firmeza. Pero los malditos gamberros ya no  escuchaban a nadie.

—¡Salta! ¡Salta!

Pedro volvió a dar otro impulso al neumático. Vió que ella se echaba la cámara a la cara a regañadientes y sacaba más fotos. Aunque entre foto y foto le gritaba que volviera. La orilla era un caos en donde ella gritaba que volviera, los muchachos que saltara y el perro no paraba de ladrar. En realidad, era bastante divertido estar donde estaba. Ya ni siquiera tenía frío. Se agarró con una mano y se inclinó sobre el agua.

—¡No hagas eso! —vociferó ella.

—¡Salta! —gritaron los muchachos.

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