viernes, 17 de julio de 2020

Culpable: Capítulo 20

–Tiene que ganarse el dinero que le estoy ofreciendo.

–¡Ganarme el dinero! –exclamó ella tratando de contener la ira que se había apoderado de ella. Entonces, empujó el documento hasta el otro lado del escritorio–. Mi respuesta es no.

–¿Cómo dice?

–Que no me interesa.

–Debe de estar bromeando. Necesita dinero.

–¿Cómo lo sabe? No me irá a decir ahora que ha podido conseguir tener acceso a mis cuentas bancarias. Eso sería un delito... –añadió meneando la cabeza.

–Si espera una oferta mejor –repuso él conteniendo la ira–, tendrá que esperar sentada. Es una oferta justa.

–¿Justa? Ninguna oferta es justa si no puedo contar mi lado de la historia. ¿De verdad espera que me olvide de lo que me ocurrió? –le preguntó con incredulidad–. Si aceptara su maldito dinero sería lo mismo que admitir mi culpa.

–¿Y?

–¡Maldito sea, Pedro Alfonso! –exclamó ella mientras se ponía de pie y lo atravesaba con una mirada de desprecio–. Me niego a tranquilizar su conciencia o la de su cuñada.

Pedro se levantó también.

–¿Qué es lo que está usted implicando?

–No se haga el ingenuo. La influencia de su familia fue lo que me condenó.

–¿Tiene el valor de sugerir que el juicio no fue justo?

–¡Venga ya! ¿Qué posibilidad tenía yo con un abogado de oficio sin experiencia contra su poder y su influencia?

–Las pruebas la acusaban sin duda alguna.

–Pero no fue eso lo que ocurrió.

–Sería mejor que firmara...

–¿Quién está amenazando ahora? –le preguntó ella mirándolo a los ojos con dureza.

Entonces, se inclinó sobre el escritorio y, con gesto deliberado, estuvo a punto de rozarle la mejilla con los labios. Él abrió los ojos de asombro. Paula se preguntó si ella habría tenido el mismo gesto en el rostro cuando él le desabrochó el cinturón.

–Yo no respondo ante las amenazas –afirmó, acariciándole con sus palabras la bien afeitada mejilla–. La respuesta sigue siendo no.



Maldita mujer. Pedro andaba por su despacho, furioso consigo mismo por no haber podido romper la obstinación de Paula Chaves. Le molestaba tener que darle nada, pero era el único modo de evitar que vendiera su historia. De otro modo, ¿Qué intimidad podrían tener Vanesa y Tomás? El escándalo se prolongaría durante años y perseguiría a Tomás cuando aún era un muchacho. El dinero era la herramienta evidente para conseguir lo que quería. Y ella lo necesitaba desesperadamente. Recordó que una semana antes de que Luca muriera, Paula Chaves se había encontrado con él en una exposición de joyería barroca. Él estaba supervisando la inclusión de algunas joyas familiares, pero se había visto muy distraído por los encantos de la encantadora au pair, que tan fácilmente se sonrojaba. Había sido el hecho de que ella dudara en aceptar la invitación que Pedro le hizo para tomar café lo que lo había enganchado por completo. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que una mujer fingió siquiera resistírsele?

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