miércoles, 15 de julio de 2020

Culpable: Capítulo 15

Paula abrió mucho los ojos y Pedro se dió cuenta de que se había acercado demasiado. Se separó rápidamente y dejó caer la mano como si la piel de ella le quemara.

–Quiero saber lo que piensa hacer –le dijo.

Ella no era la única afectada por aquel frenesí de los medios de comunicación. Tenía una familia a la que debía proteger.

–Quiero encontrar algún lugar escondido, lejos de todos esos periodistas.

–Puedo conseguírselo –afirmó él.

–¡Aquí no! –exclamó ella.

–No. Aquí no –apostilló Pedro.

Tenía fincas en Italia y en el valle de Napa de California, además de una casa a las afueras de Londres. Cualquiera de aquellos lugares le proporcionaría un escondite adecuado hasta que terminara todo aquello.

–En ese caso, acepto su generosa oferta, signor Alfonso. Me quedaré en el lugar que usted quiera proporcionarme una semana más o menos, hasta que todo este furor se haya acallado.

Paula Chaves debía de estar más desesperada de lo que parecía. Ni siquiera le había preguntado dónde iba a alojarla. Ni con quién.




Paula se despertó rodeada de silencio. Acurrucada en una amplia y cómoda cama, vestida con impecables sábanas de algodón blanco y las más esponjosas almohadas, se sentía invadida por una increíble sensación de paz. Se sentía... segura. ¿Quién habría pensado que le debería a Pedro Alfonso esa tranquilidad? Una noche de descanso absoluto, sin que nada ni nadie la molestara, hasta bien entrada la mañana a juzgar por el sol que entraba a través de las cortinas. No recordaba siquiera la última vez que había dormido tan plácidamente ni durante tanto tiempo. Apartó las sábanas ansiosa por ver dónde estaba. La noche anterior, había despegado del helipuerto que había en la azotea del palacio para dirigirse a un lugar desconocido. Pedro le había dicho simplemente que la llevaría a una de sus casas, en algún lugar en el que pudiera estar alejada de la intromisión de la prensa.  Después de los traumas del día anterior, aquello le había parecido lo mejor. Necesitaba tiempo desesperadamente para lamerse las heridas y decidir qué era lo que iba a hacer. Sin amigos, sin trabajo y con muy poco dinero las perspectivas eran poco halagüeñas. Cuando apartó las cortinas tuvo que contener el aliento. La fuerte luz del sol la hizo parpadear mientras admiraba la vista de un amplio cielo azul, el mar y una playa de arena blanca más allá del hermoso jardín. Aquello era un paraíso.

Paula abrió la puerta y salió al balcón. El calor la envolvió. Los pájaros cantaban acompañados por el suave murmullo del mar. Ella contempló asombrada aquella vista, tratando de absorberla en su totalidad. Sin embargo, sus sentidos estaban sobrecargados. La tranquilidad y la belleza de lo que le rodeaba le llenó sin querer los ojos de lágrimas.

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