viernes, 17 de julio de 2020

Culpable: Capítulo 17

Ella estaba apoyada sobre la barandilla, con los ojos fijos en la tierra firme que se adivinaba en la distancia. Pedro observó los hombros caídos, la suave curva de los brazos. Le recordó a la angustia que había visto en ella el día anterior, en la que había sido su antigua habitación en el palazzo. Ambas visiones despertaban en él un instinto de protección que jamás habría esperado sentir con aquella mujer. En realidad, casi se había visto convencido por el dolor que había visto en sus ojos. Sin embargo, ella le había sacado muy pronto de su error. Tan solo había sido un acto, astuto y deliberado, para hacerle creer su historia de inocencia. ¿Inocente? ¿La mujer que había seducido a su hermano para luego matarlo? En una ocasión, le había parecido sentir una conexión con aquella muchacha. Sin embargo, antes de que pudiera caer por completo en su hechizo, la tragedia y la dura realidad habían intervenido para revelar su verdadera naturaleza.  Recordó el juicio. La declaración del jefe de seguridad de Luca y de Vanesa, la viuda de Luca. Los dos afirmaron que Paula Chaves había seducido deliberadamente a Luca. Cuando se hizo evidente que la relación de Paula con Luca era primordial para el caso, ella había solicitado que le hicieran una prueba médica para demostrar su virginidad. La acusación había argumentado con éxito que lo que importaban eran sus intenciones, no si la relación se había consumado o no. Al final, se terminó por desechar la posibilidad de una prueba médica, aunque, durante un tiempo, ella pareció ganarse la simpatía de la sala a pesar del resto de las pruebas. Observó las piernas desnudas, los pies descalzos sobre la hierba y algo le palpitó en el pecho. ¿Estaría desnuda bajo el albornoz? El cuerpo se le tensó. El pulso se le aceleró. Y se maldijo por ello. No debía desear a Paula Chaves. De repente, como si ella presintiera su presencia, se dio la vuelta.

–¿Qué está haciendo aquí? –le preguntó en tono desafiante.

–Esta es mi casa. ¿Acaso se ha olvidado?

–Usted me dió a entender que estaría aquí sola.

–¿Sí? ¿Está segura? No alcanzo a ver lo que mis planes de viaje tienen que ver con usted –dijo, sin decirle que había llegado aquel mismo día.

Paula se limitó a observarlo atentamente, como si estuviera preparándose para la batalla.

–Ha venido para asegurarse de que no robo la plata –comentó ella.

–Eso se lo dejo a mi equipo de seguridad –replicó él..

–¿Qué es lo que quiere de mí?

–Tengo cierto asunto del que hablar con usted, pero...

–¡Ja! ¡Lo sabía! –exclamó ella cruzándose de brazos.

Pedro tuvo que contenerse para no centrar la mirada en el delicioso abultamiento de sus pechos.

–¿Qué era lo que sabía?

–Que era demasiado bueno para ser verdad –replicó ella–. Nadie da nada sin pedir algo a cambio. Y mucho menos usted –añadió mirándolo de arriba abajo con cierto desprecio.

–Está aquí, ¿No? A salvo de los medios.

–Pero, ¿A qué precio? –le preguntó ella dando un paso al frente–. Esta oferta tiene sus condiciones, ¿Verdad? Un precio que tengo que pagar.

–Soy un hombre de palabra –replicó–. Le he ofrecido un santuario y lo tiene. No hay condiciones.

–¿Significa eso que soy libre para marcharme?

Pedro dió un paso atrás y señaló los barcos que había atracados en la bahía.

–Incluso le proporcionaré medio de transporte.

–Pero me quiere lejos de la atención del público.

–Por supuesto. Sin embargo, no la tengo prisionera. En este país hay leyes. Si decide quedarse... podemos hablar de ese asunto cuando esté vestida –dijo mientras consultaba su reloj. Eran las once–. ¿Qué le parece a mediodía?

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