lunes, 20 de julio de 2020

Culpable: Capítulo 23

–No debería terminar las frases de otras personas. Iba a decir que tiene una piel muy delicada y sin mancha alguna –añadió, contemplándole el rostro de una manera que provocó un extraño hormigueo en la piel de Paula–. Tiene el lustre de las perlas, con un ligero toque rosado.

Paula se giró hacia él con las manos en las caderas, dispuesta a acusarle de burlarse de ella. Ya no era la muchacha inocente a la que se podía seducir con bonitas palabras. Sin embargo, el gesto que vió en el rostro de Pedro le dejó sin palabras. No había mofa en su rostro. Parecía mirarla con asombro, como si estuviera también sorprendido por las palabras que acababa de pronunciar. Los ojos oscuros la miraron, caldeándole la sangre. Algo restalló entre ellos, algo parecido a la electricidad estática, algo que le puso a Paula el vello de punta y le secó la boca. Los dos se separaron bruscamente. Paula no era la mujer que él había pensado que conocía. Pedro observó cómo ella recorría el polvoriento sendero que los llevaba por la isla con entusiasmo, como si realizar aquella actividad fuera una de sus prioridades. Observaba con entusiasmo las espectaculares vistas y el paisaje que él siempre había adorado tanto. ¿Qué había pasado con la mujer que cobraba vida con las luces brillantes y la atención de los hombres, que tan solo buscaba joyas caras y la emoción de la vida en la ciudad? ¿Estaba ocultando su aburrimiento? Si era así, lo estaba haciendo muy bien. Tenía un aspecto relajado, joven, dulce. Resultaba peligrosamente atractiva. Había algo en ella que no había vuelto a ver desde el día en el que se conocieron. Pedro se sentía completamente fascinado. ¿Cómo podía ser? No podía olvidarse de su hermano. Cualquier interés que pudiera sentir por ella debería ser imposible

–¿Es eso un castillo en ruinas? –le preguntó ella.

–Así es.

–Sin embargo, usted decidió construir su casa en el lado opuesto de la isla.

–Allí se está mejor. Ese castillo se construyó para defender la isla, no para disfrutarla.

–Resulta extraño... Yo habría dicho que usted es alguien que preferiría reconstruir las posesiones familiares en vez de empezar de cero. Después de todo, vive en el palazzo que su familia tiene en Roma.

–¿Cree que me importa mucho la tradición?

–No lo sé. No le conozco.

–Solo porque honre a mi familia no significa que viva en el pasado.

Pedro se apoyó contra un muro, tras el cual había una profunda garganta. Con unos vaqueros que se ceñían a sus poderosos muslos y una camiseta de manga corta que dejaba al descubierto la fuerza de sus poderosos antebrazos, él tenía un aspecto muy real. Demasiado terrenal y demasiado sexy. Paula jamás lo había visto así.

–Yo habría dicho que usted preferiría el castillo.

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