lunes, 13 de julio de 2020

Culpable: Capítulo 9

–¿Señorita Chaves?

Él la había llamado Paula en el pasado. Durante unas breves y maravillosas horas. Inmediatamente, Pedro aplastó aquellos recuerdos. Ella se dió la vuelta. Pedro vió unos ojos enormes, turbados. Su rostro había palidecido y sus delicados rasgos se mostraban tensos. Por fin se le había caído la máscara. Pedro debería sentir satisfacción por el hecho de que ella sintiera intranquilidad en aquel lugar. Sin embargo, no fue placer lo que experimentó. Paula Chaves lo había fascinado en el pasado. Y, desgraciadamente, seguía fascinándolo. Más de lo deseable. Mientras la observaba, comprobó que aquel momento de vulnerabilidad desapareció. Su rostro se suavizó y levantó las cejas, como si estuviera esperando que él siguiera.

–Por aquí –le dijo él, para que lo acompañara.

Cuando llegaron a su despacho, le indicó que se sentara, pero ella prefirió caminar por la sala, inspeccionar las estanterías, la vista de la ventana y, seguramente, tratando de encontrar un modo de huir. No había ninguno. Pedro se acomodó tras su escritorio.

–¿Por qué me ha traído aquí? –le preguntó ella. Se había detenido directamente delante del escritorio como si estuviera a punto de abalanzarse sobre él.

–Para hablar.

–¿Hablar? Tuvo su oportunidad de hablar hace cinco años. Si no recuerdo mal, no parecía interesado en renovar nuestra amistad –le espetó ella con amargura.

–Y para apartarla de la prensa.

–En ese caso, el rescate no ha sido altruista.

–¿Acaso lo esperaba?

–No.

–Siéntese.

–No. Gracias, prefiero permanecer de pie. ¿Durante cuánto tiempo?

–El que haga falta.

–¿El que haga falta para qué?

–Para que la prensa pierda interés por la historia.

–No hay historia. Todo ocurrió hace mucho tiempo.

–¿Acaso cree que lo que ocurrió no significa nada ahora? ¿Que todo ha terminado?

–Claro que ha terminado –replicó ella– He cumplido mi condena por homicidio y ahora estoy libre. Si hubiera algo que pudiera hacer para devolverle la vida a su hermano, lo haría. Desgraciadamente, no es así –añadió tras dar un profundo suspiro.

–Le quitó a mi hermano la vida cuando estaba en su mejor momento –rugió él con la voz llena de ira–. Dejó viuda a mi cuñada antes de tiempo. Llevaba muy poco tiempo casada y estaba tratando de acostumbrarse a la maternidad. De repente, se encontró sola. Por su culpa, mi sobrino jamás conocerá a su padre. Les negó a ambos esa posibilidad y dejó un vacío imposible de llenar en su vida.

Paula también había dejado un vacío irreparable en su vida. Incluso después de cinco años, le resultaba difícil creer que Luca ya no estuviera. El hermano mayor que había sido su mejor amigo, su columna de apoyo cuando sus padres murieron y Pedro era aún un niño. Su mentor, el que había aplaudido su tenacidad cuando se dedicó al mundo de los negocios, construyendo en vez de apoyarse en la fortuna y las tradiciones familiares.

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