miércoles, 15 de julio de 2020

Culpable: Capítulo 12

En el artículo, tomado de una entrevista reciente con Silvia, se presentaba a Paula como una buscona egoísta y amoral. Respaldaba todo lo que se había sugerido de ella en el tribunal. Peor aún, demostraba que hasta su familia se había vuelto contra ella. Sintió que el corazón se le aceleraba. Se llevó una mano a la garganta para tratar de reprimir las náuseas. Silvia y ella jamás habían tenido una relación excelente, pero a Paula jamás se le habría ocurrido que su madrastra la traicionara de aquel modo. Hasta aquel momento, había creído que tenía alguien en quien apoyarse. Primero su padre y, después de que él falleciera, en Silvia. Se sentía a la deriva. Echaba de menos a su padre porque él siempre la había apoyado. En realidad, jamás había conocido a su madre dado que ella llevaba muerta muchos años, por lo que el vínculo con su padre había sido especial. La fe y el amor que él tenía en ella la habían mantenido fuerte durante el juicio. Nunca antes se había sentido tan sola, ni siquiera la primera noche que pasó en el calabozo. Incluso después de su condena, cuando había sabido que le esperaban años en la cárcel. Ni cuando había tenido que enfrentarse a las amenazas del resto de las convictas, que habían tratado de convertir su vida en un infierno. Parpadeó y miró de nuevo la revista que tenía sobre el regazo. Pensaba que ya había conocido la degradación y la desesperación, pero decidió que era en aquel momento en el que su vida tocaba fondo. Y Pedro Alfonso estaba allí para verlo. Debía de estar disfrutando.

–El café llegará enseguida.

Paula levantó la mirada y vió que él la estaba observando. Lentamente, se puso de pie. El orgullo le hizo tensar las rodillas y levantar la barbilla.

–Es hora de que me marche.

No tenía ni idea de adónde, pero tenía que escaparse de allí. Tenía suficiente dinero para llegar a su casa en Devon. Sin embargo, ya no tenía casa. La traición de Silvia le indicaba claramente que yano sería bienvenida allí. El dolor se apoderó de ella.

–No se puede marchar.

–Oficialmente, ahora soy una mujer libre, signor Alfonso, por mucho que a usted le duela. Si intenta retenerme aquí contra mi voluntad, sería un secuestro.

–Señorita Chaves, le aseguro que no tengo intención alguna de infringir la ley. Le recuerdo que necesita un lugar en el que refugiarse, un sitio en que la prensa no pueda molestarla –le dijo.

–¿Y?

–Yo le puedo proporcionar ese lugar.

–¿Y por qué iba usted a hacer eso? ¿Qué es lo que saca de ello?

–Hay otras personas implicadas –contestó él tras una pequeña pausa–. La viuda de mi hermano y el pequeño Tomás. Ellos son los más afectados mientras esto siga siendo motivo de atención por partede la prensa.

Tomás... Paula pensaba en él con frecuencia. Había querido mucho al pequeño a su cuidado.

–Entonces, ¿Cuál es su solución? –le preguntó ella mientras se cruzaba de brazos–. ¿Emparedarme en el estacionamiento?

–Eso me podría valer –replicó él con una tensa sonrisa–, pero prefiero comportarme de acuerdo con la ley. No me gustan nada los dramatismos, como le ocurre a usted. Por lo tanto, le sugiero proporcionarle un lugar seguro hasta que pase todo esto. Ya tiene la maleta en su dormitorio.

Su dormitorio. El recuerdo de aquel cuarto llevaba años persiguiéndola. Desde que llegó al palazzo, se había sentido muy tensa porque sabía que aquella habitación estaba arriba, en el lado opuesto del edificio.

–¡No puede esperar que me aloje ahí! –exclamó ella horrorizada–. Ni siquiera usted podría.... Eso es cruel... Mucho más. Asqueroso.

Pedro abrió los ojos cuando comprendió las palabras de Paula. Dió un paso hacia ella.

–No –dijo–. Esa habitación no se ha utilizado desde que mi hermano murió. Hay otra habitación de invitados a su disposición.

–Aun así, no me puedo quedar en esta casa –susurró ella, respirando más tranquilamente–. Me encontraré un lugar en el que alojarme.

–¿Y cómo va a hacer eso con los reporteros esperándola a la puerta? Vaya donde vaya, la seguirán. No conseguirá paz ni intimidad.

En eso tenía razón. Sin embargo, le molestaba profundamente depender de él.

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