miércoles, 8 de julio de 2020

Volveremos a Encontrarnos: Epílogo

-Mira —dijo Pedro que estaba hablando por teléfono—, no me importa el dinero que quieras darme. No quiero nada que el dinero pueda comprar. Muy bien, te digo lo mismo.

Se dejó caer en la cama y se tapó la frente con el brazo. Paula le besó el bíceps.

—Pasará —dijo ella—. Ya lo verás.

Sonó el teléfono.

—Si contestas, me divorcio —dijo Pedro.

Ella puso los ojos en blanco, pasó por encima de él y miró la pantalla del aparato.

—Es tu hermana. No es ninguna productora de cine ni una agencia demodelos.

—Alguien se habrá puesto en contacto con ella —dijo con cinismo—. Ya lo verás. Tendrá alguna propuesta. No voy a poder soportarlo durante mucho tiempo.

—La compañía de teléfonos ha dicho que el lunes tendremos el número nuevo —dijo ella mientras descolgaba—. Seguramente me llame para desearme un feliz cumpleaños. Hola, Luciana. Gracias. ¿Qué me ha regalado Pedro? Estaba dándomelo en este momento.

Pedro le dió un beso en el cuello.

—¿Qué más me han regalado? Alberto me ha regalado un libro de cocina. Creo que intenta prepararnos para algo. Mónica Hendricks, la enfermera, viene un par de días a la semana para montar a caballo con él.

Pedro le mordisqueó el lóbulo de la oreja.

—¿Un calendario para el año que viene? Luciana, me parece que no es el mejor momento para hablar de ello.

Pedro le arrebató el teléfono.

—Nunca será un momento bueno para hablar de eso. Nunca. ¿Qué quieres decir con eso de que me tranquilice? A tí no te importa lo que estemos haciendo. ¿Qué quieres decir con que sabes exactamente lo que estamos haciendo? Voy a colgar. ¿Treinta segundos? De acuerdo, pero he empezado a contar.

Miró el reloj durante treinta segundos y colgó sin decir palabra.


—Quizá hayas sido más antipático que nunca —dijo Paula antes de rozarle con la lengua el labio inferior.

—Estoy ocupado con cosas importantes —dijo él con voz ronca—, y no quiero que me interrumpan.

Llevaban cuatro meses casados. La verdad era que ninguno de los dos quería nunca que le interrumpieran.

—Luciana quiere hacer otro calendario. Para la Fundación Contra el Cáncer de Mama otra vez —le dijo él al oído.

—No será con mi marido de protagonista —dijo ella con firmeza por si él estaba pesándoselo.

—Bueno, la verdad es que no me quería a mí.

—¿No?

Él se reía.

—Quería a Apolo. La gente está encantada con el perro. Recibe cartas de niños que lo adoran.

—Ya tiene la idea. Quiere un calendario que se llame El Niño y la Bestia. Algo con Apolo y un niño montado encima.

—Creo que podemos dejar a Apolo para eso.

—Quiere que tú hagas las fotos.

—Parece divertido.

—Tengo una idea mucho más divertida. Podemos hacer que todo quede en familia. Solo tenemos que conseguir el bebé.

—La idea empieza ser divertida de verdad —dijo ella mientras le pasaba la lengua por los labios.

—Por cierto, quiero que mi hijo o hija sea alguien normal, nada de modelo para calendarios. Luciana puede aportar sus propios hijos —dijo él cuando tomó aire.

—¿Quiere eso decir que ves al hippy con otros ojos?

—Se ha cortado el pelo —dijo él entre gruñidos—. Tiene un buen trabajo, para ser hippy. Además, llevan casados casi tanto tiempo como nosotros.

—Y eso es bastante tiempo como para saber cuándo deberías estar hablando y cuándo besando —le dijo Paula.

—A sus órdenes —dijo él.






FIN

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