lunes, 27 de julio de 2020

Culpable: Capítulo 39

Vaya con la muchacha tan inocente... ¿Cuántas veces más iba a dejar que ella le engañara?

–¿Se trata de una oferta mejor?

–¿Cómo dices? –le preguntó ella mirándolo por fin a los ojos.

Parpadeó, asombrada al ver el cambio que se había producido en Pedro. Tenía el ceño fruncido y la estaba mirando con mucha desaprobación. Era cierto que aquella mañana había evitado todo contacto con él, escandalizada aún por el modo en el que había respondido el día anterior.

–Supongo por tu interés que te ofrecen mejores condiciones que yo.

Paula tardó un instante en comprender a lo que él se refería. El dolor se apoderó de ella. Le partió en dos el corazón. ¡Qué idiota había sido! ¡Qué ingenua y qué patética! ¿Acaso no le había enseñado la vida que no debía creer en milagros? Pedro Alfonso sintiendo algo por ella, confiando en ella inclusoun poco... Eso sería un verdadero milagro. Sin embargo, había esperado que algunos de los sentimientos que había creído leer en él el día anterior fueran reales.Había estado a punto de entregarse a él... Había sido una estúpida. Pedro simplemente había estado tratando de conseguir lo que deseaba de ella.

–He dicho...

–Te he oído –replicó ella, mirándolo fijamente antes de volver a centrarse en la carta que tenía entre las manos.

Al menos, la revista era directa sobre lo que quería. Pedro había tratado de conseguirlo por medio de engaños. Y ella se lo había creído.

–Es una oferta atractiva –prosiguió, como si la idea de vender su historia a esas hienas no le pusiera los pelos de punta–. Tendré queconsiderarla cuidadosamente.

Volvió a mirar a Pedro y vió el desprecio con el que él la estaba observando. La desesperación se apoderó de ella. Había querido confiar en él. Había empezado a abrirse, a creer que él sentía algo.

–Tal vez debería sondear a los demás para ver qué es lo que me ofrecen.

–¿Acaso no lo has hecho ya? ¿No es esa la razón de que te pases tanto tiempo en el ordenador? ¿Negociando?

–En realidad, no, pero, por supuesto, tú no me vas a creer.

–Si no te has puesto en contacto con la prensa, ¿cómo saben que estás aquí?

Paula se puso de pie.

–Tal vez se la han jugado. Dado que sabían que yo estaba en tu palazzo, no haría falta suponer mucho para imaginarse que estaría en una de tus casas. Tal vez me han enviado una carta a cada una de ellas. ¿Quién sabe? Tal vez esta sea la primera de una larga lista de ofertas –añadió con una sonrisa llena de sarcasmo–. Una guerra de ofertas. Sería muy divertido. Toma – le dijo mientras pasaba a su lado y dejaba caer la carta sobre su regazo–. Mira lo que me ofrecen tus rivales. Tal vez así aumentes tu cifra.

Con eso, Paula salió del comedor antes de que las náuseas se apoderaran de ella.

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