viernes, 10 de julio de 2020

Culpable: Capítulo 3

–Lo siento, jefe. Debería haberla detenido, pero como nos estaban observando los periodistas...

–No importa, Adrián. Lo último que deseo es que la prensa publique que hemos intentado secuestrar a Paula Chaves.

Eso remataría a Vanesa. La cuñada de Pedro estaba muy tensa desde que se enteró que Paula iba a salir de prisión. Observó cómo los periodistas la rodeaban y sintió algo muy parecido al remordimiento. Como si él la hubiera fallado. Paula Chaves lo había contemplado totalmente horrorizada y había preferido enfrentarse a la prensa en vez de compartir el coche con él. Esto hizo que volviera a adueñarse de él un fuerte sentimiento de culpabilidad. Por supuesto, se trataba de tonterías. A la luz del día, lalógica le aseguraba que ella se había ocasionado a sí misma su propia destrucción. Sin embargo, a veces, en el silencio de la noche, no le parecía tan evidente. No obstante, él no era el guardián de Paula Chaves. Nunca lo había sido. Cinco años atrás, él había respondido brevemente a su fresco aire de entusiasmo, tan diferente de las mujeres encorsetadas y sofisticadas que había en su vida. Entonces, descubrió que aquello era tan solo una farsa, que tenía como único objetivo adueñarse de él y utilizarlo, tal y como había hecho con su hermano. Desgraciadamente, había experimentado una atracción no deseada por ella. Años atrás, su rostro había sido un óvalo perfecto, redondeado por la juventud. Su cabello largo, liso y del color del trigo tostado al sol, lo había incitado a acariciarlo. Se había odiado por ello.

–Es una gata salvaje, ¿Eh, jefe?

–Cierra la puerta, Adrián.

–Sí, señor.

El guardaespaldas se tensó e hizo lo que Pedro le había ordenado. Él, por su parte, se reclinó en el asiento y observó cómo el tumulto se dirigía calle abajo. Tan solo quedaron algunos de los reporteros, que apuntaban con sus cámaras a la limusina. Por suerte, los cristales tintados impedían toda intromisión en la intimidad del vehículo. Afortunadamente. No quería que los objetivos se centraran en él y mucho menos cuando se sentía tan... inquieto. Se pasó la mano por el rostro, deseando desesperadamente que Pia no lo hubiera puesto en aquella situación. ¿Qué importaba el alboroto de los medios? Podría sobreponerse a ello como siempre. En el caso de Pedro, no eran los medios lo que lo turbaban. No le importaban los paparazzi. Era ella, Paula Chaves. El modo en el que lo había mirado. Había cambiado mucho. El cabello corto le daba el aspecto de una traviesa ninfa en vez de una inocente adolescente. Su rostro se había afinado y se había esculpido para darle una profunda belleza que, a la edad de dieciocho años, había sido simplemente una promesa. En cuanto a personalidad, de eso tenía a montones. Le había hecho falta mucho valor para dirigirse de nuevo a aquella horda hambrienta de noticias.  Durante todas las semanas que duró el juicio, había adoptado una actitud fría. ¿Cómo había podido ocultar una pasión tan encendida? Podría ser que aquella faceta de su personalidad fuera algo nuevo, adquirido durante los años que había pasado en prisión. Se hundió en su asiento. Debería ignorar las súplicas de Vanesa y sus propias reacciones y marcharse de allí. Aquella mujer no había supuesto más que problemas para su familia desde el día en elm que cruzó el umbral de la casa familiar. Apretó el interfono para dirigirse al chófer.

–Arranca.

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