miércoles, 15 de julio de 2020

Culpable: Capítulo 11

–¡No me toque!

–Iba a desmayarse...

–No me he desmayado en toda mi vida –replicó, a pesar de que sabía que él tenía razón.

–Necesitaba apoyo –dijo él.

Paula lo miró. Vio que algo había cambiado en su mirada. En sus labios. Se fijó más en ellos, trazando con la mirada la silueta de una boca que, en aquellos momentos, tan relajada, parecía diseñada exclusivamente para el placer sensual. Una cálida sensación le recorrió el cuerpo, desde los senos hasta la pelvis, un calor que tan solo había experimentado antes en una ocasión. Se mordió los labios e inmediatamente se arrepintió de haberlo hecho cuando se dio cuenta de que él le miraba la boca. Sintió un hormigueo en los labios, como si él hubiera extendido la mano y se los hubiera acariciado con el dedo. Un escalofrío de placer le recorrió el cuerpo. El fuego prendió en ella. Siempre había sabido que Pedro Alfonso era un hombrepeligroso, pero no se había imaginado cuánto. Tragó saliva y por fin logró ignorar la descarada respuesta de su cuerpo lo suficiente como para poder hablar.

–Puede apartarse ahora. Ya estoy bien.

–Sin embargo, estar sentada es mucho más cómodo, ¿No le parece?

Paula sintió que volvía a perder la fuerza. De repente, las rodillas parecieron estar hechas de gelatina. ¿Se habría dado cuenta él de la reacción que había provocado en ella? Eso sería el colmo. Agarró la revista y apretó sus páginas.

–Gracias. Sí, ahora me voy a sentar.

Pedro asintió y le indicó el sofá, pero ella prefirió tomar asiento en una silla giratoria.

–¿No sabía nada del artículo?

–No –respondió ella mientras observaba las brillantes páginas de la revista–. No tenía ni idea.

–¿Le apetece tomar algo? ¿Un coñac? ¿Una taza de té?

–No, gracias.

Sin embargo, él ya se dirigía hacia el escritorio. Evidentemente, no importaba lo que ella quisiera.

–Pediré café.

Paula miró de nuevo la revista. ¿Cómo podía haber hecho Silvia algo como aquello? ¿Tanto la despreciaba? El corazón le dió un vuelco. Silvia y los niños habían sido su última esperanza de regresar a su antigua vida. De volver a tener una familia. Recordó retazos del artículo. Su madrastra decía que Paula siempre había sido diferente, reservada y cambiante y que buscaba la atención de los demás. Decía también que siempre había antepuesto sus necesidades a las de su familia. En el artículo no decía nada sobre el resentimiento de Silvia hacia la hija adulta de su esposo ni del hecho de que Paula se había pasado muchos años haciendo gratuitamente de niñera de los cuatro hijos que Silvia había tenido en un matrimonio anterior. No se decía nada sobre el hecho de que ella se había marchado de su casa solo cuando su padre la había animado a vivir la vida en vez de dejarla en punto muerto para cuidar de sus hermanos más pequeños. Efectivamente, había vivido la vida, pero no del modo que su padre había pensado.

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