miércoles, 15 de julio de 2020

Culpable: Capítulo 13

En aquel momento, la puerta se abrió para dejar paso a una doncella que llevaba una bandeja con café y galletas. El aroma del café, que tanto gustaba a Paula, le hizo sentir náuseas. Como estaba cerca de la ventana giró la cabeza para mirar a la calle y vio a los periodistas. Palideció. ¿Qué era peor? ¿Pedro Alfonso o los paparazzi que la perseguirían para conseguir cualquier cosa que pudieran vender?

–Si no le importa, aceptaré la habitación que me ofrece, aunque solo será para asearme un poco –susurró. Necesitaba estar a solas, pensar sobre lo que iba a hacer.

Cuando se dió la vuelta, vió que Pedro la estaba observando. Debería estar ya acostumbrada, dado que el escrutinio al que él la sometía era continuo. ¿Qué era lo que vería? ¿Cuánto era lo que ella podía ocultar? Apartó la pregunta de su pensamiento. Tenía cosas mejores que hacer que preocuparse de aquello. Nada conseguiría hacer cambiar de opinión a Pedro Alfonso.

–Por supuesto. Todo el tiempo que desee. María le indicará el camino.

Paula se aseguró que no había sido satisfacción lo que había visto en aquella deslumbrante mirada.

–¡No! He dicho que no puedo hablar. Estoy ocupada.

Silvia levantó la voz tanto que a Paula le pareció distinguir algo como ansiedad e ira en las palabras de su madrastra. Agarró con fuerza el teléfono.

–Solo quería...

–Bueno, pues yo no quiero. ¡Déjame en paz! ¿No le has hecho ya suficiente daño a esta familia?

Paula abrió la boca para hablar, pero Silvia había colgado. Estuvo mucho tiempo escuchando el tono del teléfono. Cuando por fin colgó, los dedos le dolían y tenía los hombros rígidos de haber estado encogida tanto tiempo. Todo había terminado. Ya no tenía vínculo alguno. La pena se apoderó de ella, pero decidió sobreponerse. Se dijo que era mejor enfrentarse a aquello desde allí que en el umbral cubierto de rosas de la casa que había sido su hogar durante toda su vida. A pesar de todo, no se lo podía creer. Había llamado a su madrastra esperando que hubiera habido algún error. Que la prensa se hubiera inventado aquella entrevista. Que Silvia no la hubiera traicionado de aquella manera. Sus esperanzas se habían hecho añicos. Silvia no quería tener nada que ver con ella. Eso la dejaba sin ningún sitio al que ir. No tenía nada ni nadie, a excepción de un pasado que jamás la dejaría escapar. Lentamente, levantó la cabeza y miró hacia la puerta que separaba el dormitorio del pasillo del segundo piso. Había llegado el momento de que se enfrentara a los fantasmas de su pasado.

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