lunes, 2 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 9

—¿Dices que el nuevo veterinario solo necesita un lugar donde quedarse durante unas pocas semanas?

Paula asintió frente a su hermano mayor, que se encontraba junto al fregadero metiendo su plato y el de su hija en el lavavajillas.

—Eso es lo que he entendido. Está construyéndose una casa en la carretera de Cold Creek. Imagino que estará en esa nueva urbanización que hay cerca de casa de Iván. Al parecer se suponía que debía estar terminada antes de que empezara con el trabajo, pero van retrasados. Y no estará lista hasta después de Navidad.

—Es una buena zona. Tiene buenas vistas. Imagino que su casa tendrá vistas mucho mejores que nuestra casa del capataz.

—Ahora están en el hotel. Me dió la impresión de que los niños y el ama de llaves estaban volviéndose un poco locos allí.

Federico se enderezó y le dirigió una mirada que Paula conocía bien. Era su mirada de «¿En qué estabas pensando?». Era diez años mayor que ella y le quería mucho. Se había hecho cargo de ella al morir sus padres y la había criado durante sus últimos años de instituto. Jamás podría devolverle todo lo que había hecho por ella, incluso cuando su propio matrimonio se tambaleaba. Era duro por fuera, pero dulce por dentro.

—¿No se te ha ocurrido pensar que a Laura podría no gustarle la idea de que vayas por ahí buscando otros alojamientos para sus huéspedes?

—Ya la he llamado y le parece bien. Lo único que he tenido que hacer ha sido lograr que se imaginara a Agustín y a Sofía encerrados en una habitación de hotel durante semanas, incluyendo la época navideña, y enseguida ha mostrado empatía por el doctor Alfonso y su ama de llaves. Le parece una idea fantástica.

No se molestó en decirle a su hermano que la esposa de Iván también le había lanzado un par de indirectas sobre lo guapo que era el nuevo veterinario. Le gustaban los animales y adoraba a sus hijos. ¿Qué más podía necesitar? Federico no necesitaba saber eso. Por mucho que quisiera a sus cuñadas y pensase que Laura y Brenda eran perfectas para los gemelos, no quería que sus hermanos empezasen también a buscarle pareja. Le daba escalofríos pensar en lo que podrían encontrar. Tras una de sus largas pausas, Federico al fin asintió.

—No veo nada de malo en que el doctor Alfonso y su familia se instalen aquí durante unas semanas. La casa está vacía. Puedo pasar el tractor por el jardín para asegurarme de dejarlo limpio. Aunque habrá que quitarle las telarañas y airearla un poco.

—Me encargaré de todo mañana después de ver cómo está Luca.

—¿Qué te han parecido sus habilidades como veterinario? —preguntó Federico.

—No es el doctor Harris, pero supongo que no está mal.

Federico se carcajeó.

—Nunca nadie te parecerá tan bueno como el doctor Harris. Juntos se han ocupado de muchos animales.

Había disfrutado mucho trabajando en la clínica cuando estaba en el instituto. Era casi lo único que le había ayudado a salir hacia delante tras la muerte de sus padres.

—Es un buen hombre. El doctor Alfonso tiene mucho que hacer para llegar a estar a su altura —respondió ella.

—Por lo que he oído en el pueblo, hasta ahora está haciendo un buen trabajo.

Paula no quería seguir hablando del veterinario. Bastante fastidio era ya que no pudiera dejar de pensar en él desde que abandonara la clínica.

—¿Qué estabas diciéndole a Abril cuando he empezado a vaciar los platos? He oído algo sobre el carro —comentó Paula.

Federico miró a través del hueco de la puerta que daba al comedor, donde Abril se encontraba sentada a la mesa haciendo un trabajo sobre tradiciones navideñas en Europa.

—Me ha preguntado si podía invitar a Gabi y a otras dos amigas para montar en el carro el domingo por la noche. Me ha sugerido la idea de ir a cantarles villancicos a los vecinos.

Paula no debería haber compartido con Abril sus recuerdos de cuando hacía eso mismo de pequeña con sus padres y con sus hermanos.

—¿Qué le has respondido?

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