viernes, 27 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 65

—No me ofendo —contestó la cuñada de Paula—. Estoy de acuerdo.

—Es una idea brillante —dijo Belén—. ¿Ves? ¡Eres perfecta para él!

Paula empezaba a ver que la situación se le iba de las manos, porque todo el pueblo iba a ponerse a intentar emparejarla con Pedro. Eso sería una pesadilla.

—Creo que deberían darle un respiro a Pedro y dejar que se instale en Pine Gulch antes de intentar buscarle pareja. El pobre hombre ni siquiera ha podido mudarse aún a su nueva casa.

Pero pronto lo haría. La casa que se estaba haciendo estaría terminada después de las fiestas, y los niños y él abandonarían entonces el rancho. La idea de no ver las luces en las ventanas de la casa del capataz le produjo una terrible sensación de pérdida. Se imaginó el resto del invierno como algo largo y vacío. No solo el invierno. Los meses y los años que quedaban por llegar. Los echaría tremendamente de menos. ¿Cómo podría vivir en Pine Gulch sabiendo que Pedro estaba cerca, pero fuera de su alcance? Tal vez hubiera llegado el momento de tomar un camino diferente. Probablemente pudiera encontrar trabajo en otra parte. Separarse de su familia resultaría doloroso, pero no sabía qué le dolería más; marcharse o quedarse.

—Solo amigos, ¿Eh? Es una pena —contestó Magdalena Dalton con un suspiro pesaroso—. ¿No crees que, si lo intentaras, podrías despertar su interés? Quiero decir que el tipo está muy bueno.

Sí, era muy consciente de ello. El problema no era lo atractivo que Pedro Alfonso le pareciera. Él no sentía lo mismo por ella y no había nada que pudiera hacer al respecto. De pronto le dieron ganas de llorar allí mismo, delante de todas sus amigas, las cuales tenían la suerte de estar casadas con unos hombres maravillosos que las querían mucho.

—Te sorprendería saber con qué frecuencia una amistad se convierte en algo más —dijo Emilia—. El doctor Alfonso sí que parece un buen hombre. No tenemos tantos hombres disponibles en Cold Creek, además de los que vienen con las motos de nieve o a pescar. Tal vez deberías pensar en descubrir si quiere que seáis algo más que amigos.

Paula sintió las lágrimas quemándole detrás de los párpados. Ir a esa fiesta había sido una mala idea. Si hubiera sabido que iba a enfrentarse a un sinfín de casamenteras, se habría quedado escondida en su habitación.

—No, ¿De acuerdo? No lo hagan. Pedro y yo somos amigos. Nada más. No todo el mundo está destinado a vivir feliz para siempre como vosotras. ¿Tan difícil es de creer que me guste mi vida tal y como está? Quizá a Pedro también le guste. Dejenlo, ¿De acuerdo?

Sus amigas se quedaron mirándola con la boca abierta y Paula se dió cuenta de que su vehemencia les había sorprendido. Normalmente no era tan firme. Ahora empezarían a preguntarse por qué aquel sería un tema tan delicado para ella. Y además Laura sabía que Pedro y ella se habían besado. Esperaba que su adorada cuñada decidiera no mencionar ese pequeño detalle delante del resto de mujeres.

—Tengo que llevar uno de mis pasteles a la mesa de los postres —agregó—. ¿Qué me dices de esa bandeja, Emilia? ¿Está lista para sacarla?

—Eh, claro —su amiga le entregó las galletas sin decir nada más.

Paula escapó de la cocina sintiendo las miradas de todas ellas clavadas en su espalda. La fiesta estaba llena de gente y había mucho ruido. A pesar del tamaño, tener a cien personas, muchas de ellas niños, metidas en la casa no daba opción a mantener una conversación tranquila y relajada. Varios vecinos y amigos la saludaron de camino a las mesas de la comida. Ella intentó sonreír y hablar con ellos durante unos segundos, pero después puso la excusa de los pasteles. Las mesas estaban llenas de todo tipo de platos suculentos, como había imaginado. No tenía mucho apetito, pero llenó un plato con algunos aperitivos, más que nada por tener algo en la mano.

—Tiene buena pinta. ¿Sabes lo que son?

Al oír aquella voz profunda, se dió la vuelta y el corazón le dió un vuelco. ¿Cómo había podido no darse cuenta de que Pedro se acercaba?

—No estoy segura. Analía es famosa por sus rollos de espinacas, así que espero que sea eso. Debería decirle que ponga carteles para que sepamos lo que comemos.

Pedro sonrió y ella quiso quedarse mirándolo un buen rato.

—No sabía que fueses a venir a la fiesta de los McRaven —agregó ella—. Es una leyenda aquí.

—La señora McRaven nos invitó cuando trajeron a su perro Fido la semana pasada. Al parecer se había tragado una pieza de LEGO, pero el problema… eh, salió. Pensé que venir a la fiesta sería una buena manera de conocer a los vecinos. ¿Qué me dices de tí? No esperaba verte aquí. Es difícil escapar del espíritu navideño en una fiesta así.

¿Pedro se había preguntado si asistiría a la fiesta? No sabía si deseaba saberlo.

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