viernes, 13 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 33

—Gracias.

—¿Conoces a mis hermanos? —preguntó Federico.

—Conozco al jefe de policía Chaves. Y al jefe de bomberos Chaves —Pedro pensó en lo confuso que debía de resultar para un pueblo tener a un jefe de policía y a un jefe de bomberos que no solo eran hermanos, sino además gemelos idénticos.

—Según creo, nos has abandonado en el hotel —dijo Iván Chaves.

—Lo siento. Allí estábamos muy apretados —se justificó.

—Oh, no te preocupes por eso. Laura ya tiene reservadas sus habitaciones para las fiestas. Tuvo que rechazar a varios huéspedes en las últimas semanas, pero acabó poniéndose en contacto con alguno de ellos, que estaban en lista de espera. Y se mostraron encantados por la cancelación de última hora.

—Es un alivio.

—Laura lleva toda la semana diciendo que pensaba que tus hijos necesitaban estar en una casa de verdad para pasar las fiestas. Se mostró encantada cuando Paula le sugirió que se alojaran aquí. En cuanto colgó el teléfono, dijo que no podía creer que no se le hubiera ocurrido pensar en la casa del capataz.

—Ya echo de menos los deliciosos desayunos del hotel —respondió Pedro.

Era cierto, aunque la señora Michaels era también una excelente cocinera y se había esmerado aquella misma mañana preparando tortitas y sus famosos huevos revueltos. En las tres semanas que llevaba en el hotel de Cold Creek, Laura Chaves le había parecido una persona extraordinariamente amable. En general toda la familia les había brindado una calurosa bienvenida al pueblo.

—El que está allí hablando por el móvil es mi marido, David —dijo Brenda—. Es el jefe de policía y tiene suerte de estar de permiso esta noche, aunque a sus ayudantes a veces se les olvida.

El tipo en cuestión saludó con la mano y sonrió, pero siguió al teléfono. Ben se acordó de pronto del toffee y sacó la lata.

—¿Dónde quieren que ponga esto?

—No tenías que preparar nada —le dijo Brenda.

—Yo no he tenido nada que ver —admitió él—. Ha sido cosa de mi ama de llaves. Por cierto, ha dicho que la disculpáramos. Habría venido, pero tenía que atender una llamada de su hija. Está esperando a su primer nieto y la separación ha sido difícil.

Se sintió algo culpable por ello. Alicia había ido con él a Idaho por propia voluntad, pero sabía que echaba de menos a su hija, sobre todo en aquellos momentos tan importantes, con un parto inminente. Se comunicaban con frecuencia por videoconferencia, pero no era lo mismo que estar cara a cara.

—Vamos a dejarlo sobre la mesa. Pero primero tengo que probar alguno. Me encantan los caramelos de toffee.

—Oh, trae algunos aquí —dijo Iván, así que Brenda les pasó a todos sus hermanos la lata de caramelos.

—También ha preparado ensalada. Ensalada griega de pasta.

—Suena también delicioso. Me la llevo a la cocina para ver dónde la quiere Paula.

—Puedo hacerlo yo —su ofrecimiento salió de la nada—. Ya que estoy aquí, debería ir a ver a mi paciente.

—De acuerdo. Claro. Al final del pasillo y después doblas la esquina.

Lo recordaba. Tenía la sensación de que todos los detalles de la cocina de los Chaves quedarían grabados en su memoria durante mucho tiempo. Cuando entró, vió a Paula allí y la inquietud que le había acompañado durante todo el día pareció evaporarse. Ella estaba de pie frente a los fogones, con el pelo recogido en una coleta y un delantal sobre los vaqueros y la camiseta azul. Debió de sentir su presencia, aunque era evidente que estaba preparando una docena de platos a la vez. Se dió la vuelta y Pedro vió que se le sonrojaban las mejillas, aunque no sabía si sería por el calor de los fogones o por el recuerdo del beso que habían compartido en esa misma habitación.

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