viernes, 27 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 62

¿Qué podía decir Paula a eso? Él tenía razón, sus hijos habían pasado por muchos cambios en poco tiempo. Lo último que ella deseaba era hacer daño a Valentina y a Franco. Eran niños estupendos y les tenía cariño. Esa misma tarde creía haber tenido un acercamiento con Valentina al ayudarla a montar uno de los caballos más tranquilos en el redil de prácticas. Pedro era el padre de los niños. Si sentía que una relación entre ellos iba a ser perjudicial para los niños, ¿cómo podría ella discutirle eso? Tenía obligaciones más importantes que sus propios deseos y necesidades. Ella debía aceptar eso a pesar de que fuera doloroso. Para su vergüenza, sintió el ardor de las lágrimas. ¡Ella nunca lloraba! Desde luego no recordaba haber llorado nunca por un hombre. No desde aquel idiota de Ezequiel Spencer cuando tenía dieciséis años. Respiró profundamente un par de veces para lograr contener las lágrimas. No se atrevió a hablar hasta que estuvo segura de que no le temblaría la voz.

—Me alegra que estemos en el mismo punto —dijo con un tono de despreocupación que no sentía—. Yo no estoy buscando una relación ahora mismo. Esta atracción que hay entre nosotros es… inconveniente, sí, pero ambos somos adultos. Podemos ignorarla durante el poco tiempo que vivas en el rancho. Después, no será un problema. ¿Con qué frecuencia tendré que llevar a uno de los perros al veterinario? Apenas nos veremos cuando te mudes a tu nueva casa.

En vez de tranquilizarle con su despreocupación, sus palabras parecieron preocuparle más. Pedro frunció el ceño y se quedó mirándola fijamente.

—Paula… —comenzó a decir, pero Abril entró en la cocina antes de que pudiera terminar la frase.

—¿Seguís haciendo pizza? ¡Hace mucho calor en esta cocina!

Era la verdad, pensó Paula.

—Ni siquiera habéis venido a ver el programa con nosotros y ahora ya casi ha terminado.

—¿Has dejado el programa antes de que terminara? —preguntó Paula.

—Franco quería más zarzaparrilla. Le he dicho que yo me encargaba.

—Creo que Franco ya ha tomado toda la zarzaparrilla que le corresponde por esta noche —dijo Pedro—. ¿Y si lo cambiamos por agua? Si se queja, dile que el ogro de su viejo ha dicho que no.

—Claro, doctor Alfonso —dijo Abril con una sonrisa—. Como si alguien fuese a pensar que es un ogro. O un viejo.

—Te sorprendería —murmuró él.

—¿Por qué no ves el resto del programa con los niños? —le preguntó Paula.

—¿Y tú?

—Yo tengo que encargarme de algunas cosas aquí. Después iré.

Tras unos segundos de reticencia, Pedro asintió.

—Puedo llevarle el agua a Franco, si quieres —le dijo a Abril, la cual le entregó la taza y le guió hacia la sala de la televisión.

Cuando se quedó sola, Paula se dejó caer en una de las sillas junto a la mesa de la cocina y se contuvo de llevarse las manos a la cabeza. Estaba volviéndose una idiota con Pedro. Solo con dirigirle esa sonrisa encantadora, sentía que su cuerpo se encendía por dentro y deseaba lanzarse a sus brazos. Lo peor era que estaba desarrollando sentimientos hacia él. ¿Cómo no iba a hacerlo? Pensó en él con Sofía durante la cena y se le derritió el corazón. Tenía que ponerle fin a aquello o acabaría con el corazón destrozado. Él no quería una relación. Lo había dejado claro en dos ocasiones. No deseaba lo que ella pudiera ofrecerle, y sería tonta si se permitía olvidarlo, aunque fuera por un segundo. Sí, podría lograrlo. Unas pocas semanas más y saldría de su vida. Durante esas semanas, tendría que esforzarse por proteger sus sentimientos. Pedro y sus hijos podrían atravesar sus defensas y llegarle al corazón casi sin proponérselo. Tendría que hacer todo lo posible por evitar que eso pasara, por duro que pudiera ser.

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