lunes, 2 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 10

Federico no contestó, pero no hacía falta. Sabía por su expresión que había cedido. Tal vez fuera duro en lo referente al rancho y al ganado, pero en lo referente a su hija era un trozo de pan.

—Eres un buen padre, Fede.

—Le encanta la Navidad —dijo al fin su hermano—. ¿Qué puedo hacer yo?

Los demás no disfrutaban tanto como Abril con las Navidades, pero se esforzaban por ella. Desde que sus padres fueran asesinados pocos días antes de Navidad once años atrás, aquella época siempre despertaba en ellos emociones difíciles. Brenda y Laura habían hecho una especie de milagro navideño con David y con Iván. Aquel año los gemelos parecían mucho más metidos en el espíritu navideño. Ambos se habían ofrecido a ir a cortar árboles para todos. Incluso habían cortado algunos de más para los vecinos y amigos. Federico y ella no compartían su entusiasmo, aunque todos los años ponían buena cara. Paula incluso tenía todos sus regalos ya envueltos, a pesar de que quedara más de una semana para Navidad. No quería agobios de última hora aquel año.

—¿A qué hora vienen?

—Le he dicho a Abril que sobre las siete. Pensé que para entonces ya habríamos terminado con la cena del domingo.

Aunque Iván y David vivían más cerca del pueblo, sus hermanos solían ir con sus familias al rancho todas las semanas. Con el ritmo ajetreado de sus vidas protegiendo y sirviendo a los habitantes de Pine Gulch, a veces era su única oportunidad de verlos en toda la semana.

—Prepararé galletas antes de que lleguen para que tengan algo en el estómago. Y también haré chocolate caliente para el camino, claro.

—Gracias. Abril te lo agradecerá, estoy seguro —Federico terminó de limpiar la encimera y dejó el trapo junto al fregadero—. ¿No vas a querer venir con nosotros?

—Me parece que no.

—¿Me vas a dejar solo con cinco o seis niñas ruidosas?

—Puedes llevarte a uno de los perros —le sugirió ella con una sonrisa.

—Han pasado once años, Pau. Iván y David han seguido hacia delante y tienen familias. Todos lo hemos hecho y tú te mereces hacer lo mismo. Ojalá pudieras encontrar un poco de alegría navideña de nuevo.

—Tengo bastante alegría el resto del año. Pero no tanta en diciembre.

Cada uno de ellos había luchado de forma diferente tras la muerte de sus padres. Federico se había vuelto estoico y controlado, Iván había rozado la locura saliendo con todas las mujeres del bar del pueblo y David se había hecho policía. Pero ella seguía allí, escondiéndose en el River Bow.

—Tienes que seguir con tu vida —le dijo su hermano—. Quizá sea el momento de que pienses en volver a clase.

—Quizá —estaba demasiado cansada para discutir sobre eso después de pasarse la tarde en la clínica—. Oye, gracias por dejar que el veterinario se quede en la casa del capataz. No creo que sean más de unas pocas semanas.

Federico no se dejaba engañar. Sabía que estaba intentando cambiar de tema. Por una vez, decidió no insistir.

—Piénsalo. Durante unas semanas tendremos nuestro propio veterinario interno. Con tu colección de animales, eso será muy útil.

Paula puso una cara de desprecio. Dado que no le caía bien el doctor Alfonso, preferiría no necesitar sus servicios profesionales en las próximas semanas.

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