lunes, 16 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 36

¡Qué hombre tan insufrible! Cuando salieron del dormitorio, Pedro se fue al salón con el resto y Paula, inquieta y molesta, regresó a la cocina para terminar de preparar la cena. ¿Cómo podía considerar uno de los mejores momentos de su vida como un terrible error? Sí, el beso no debería haber ocurrido. Ambos aceptaban eso. No tenía por qué actuar como si hubieran cometido un crimen terrible y debieran por tanto castigarse el resto de sus vidas. «Era tarde, estaba cansado y no sabía qué hacía. De lo contrario, nunca habría pensado en besarte». Aquellas palabras despejaban la duda de que pudiera sentirse atraído por ella. La había besado porque estaba cansado y porque ella estaba allí. La humillación no podía ser mayor, sobre todo después del entusiasmo con que ella había respondido y de las fantasías absurdas que había estado teniendo a lo largo del día.

—¿Ocurre algo? ¿Quieres que empecemos a sacar platos al comedor? —le preguntó Brenda.

Paula dió un respingo y se dió cuenta de que se había quedado quieta mirando el asado que acababa de sacar del horno. Frunció el ceño e hizo todo lo posible por olvidarse del asunto.

—Sí. Eso estaría bien, gracias. Todo debería estar listo ya. Debería dejar que el asado repose unos minutos, pero, para cuando hayamos sacado todo lo demás, estará listo para servirse.

Brenda y Laura agarraron los diferentes cuencos y se los llevaron a la mesa, charlando mientras tanto sobre sus respectivos planes para Nochebuena. Paula sonrió al escucharlas. Quería mucho a sus cuñadas. Lo mejor era que cada una de ellas era perfecta para sus hermanos. Brenda sacaba lo mejor de David. Desde que Gabi y ella aparecieran en su vida las Navidades anteriores, Paula había visto una ternura en David que llevaba oculta desde que sus padres fueran asesinados. Laura Pendleton era justo la mujer que siempre había querido para que Iván se apaciguase un poco. Iván y Laura habían estado muy enamorados en una ocasión, hasta que su compromiso se rompió abrupta y misteriosamente pocos días antes de su boda. Verlos juntos, después de todos esos años, le producía una gran alegría. Ella no estaba celosa de la felicidad que sus hermanos habían encontrado; era feliz por todos ellos. Quizá sintiera cierta melancolía cuando contemplaba los momentos entre dos personas que se querían mucho, pero hacía lo posible por no pensar en ello.

Laura y Brenda regresaron a la cocina para sacar del frigorífico las ensaladas que habían preparado. Paula no sabía cuánto tiempo más duraría la tradición de la cena de los domingos. No culparía a Iván y a David por querer pasar su tiempo libre con sus propias familias. Por el momento, todos parecían felices y contentos reuniéndose todas las semanas.

—Así que el nuevo veterinario está buenísimo. ¿Por qué nadie me lo había dicho? —preguntó Brenda mientras colocaba en una cesta los panecillos que Paula había sacado del segundo horno.

—No sé —respondió Laura—. Quizá pensamos que, como estás casada con David Chaves, un hombre que solo compite en atractivo con su hermano gemelo, en realidad no necesitarías saber nada sobre el nuevo veterinario.

Paula sintió una punzada de envidia al ver la sonrisa pícara de Brenda.

—Cierto —respondió Brenda—. Pero deberías haberme advertido antes de abrir la puerta y encontrarme con ese pedazo de hombre, y encima con su hijo a hombros.

Paula no dijo nada mientras trinchaba el asado. Normalmente de eso se encargaba Federico, pero quería que siguiera dándole conversación a dicho veterinario en la otra habitación.

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