miércoles, 11 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 30

—Bien —dijo Abril—. No es culpa suya que le hayan herido. Solo sentía curiosidad. No me parece justo librarnos de él por un accidente.

Abril era una niña dulce, cariñosa y compasiva. Quizá demasiado compasiva. Paula sonrió al recordar la Navidad pasada, cuando su sobrina había dicho que ese año no quería regalos, sino dinero. Después descubrieron que a la niña, y también a algunas de sus compañeras de clase, estaban quitándole dinero y demás pertenencias… Y la responsable había resultado ser Gabi, la hermana pequeña de la esposa de David. Por aquel entonces todavía no formaba parte de su familia, claro. No era más que una niña perdida y abandonada por su madre que intentaba encontrar su camino. David les había dado a Brenda y a Gabi la familia que merecían; y Gabi y Abril habían acabado haciéndose amigas. Luca se había quedado dormido, así que su sobrina se levantó con cuidado y se acercó a la isla de la cocina.

—¿Necesitas ayuda con la masa?

—Claro. Estoy haciendo bollos en forma de trébol para la cena. Ya sabes, haces tres bolas pequeñas y las juntas. Pero lávate las manos primero.

Abril obedeció y ambas empezaron a trabajar juntas y en silencio durante unos minutos. Paula apreciaba aquellos momentos con su sobrina, la cual estaba creciendo demasiado deprisa. Le encantaba preparar la cena para su familia los domingos, cuando todos se reunían para ponerse al día. Tener a Agustín, a Sofía y a Gabi hacía que las reuniones familiares fuesen más divertidas. Su vida estaba bien. Tenía familia y amigos, un trabajo que le gustaba, un hogar que adoraba y un perro que estaba recuperándose. No necesitaba que Pedro Alfonso dinamitase su mundo con aquella sonrisa y esos besos, que le hacían sentir que le faltaba algo importante.

—¿Puedo poner la radio? —preguntó Abril pasados unos minutos.

—Claro. Algo que podamos bailar —contestó ella con una sonrisa.

Segundos más tarde, la cocina se llenó de música con alegres canciones navideñas. No era lo que tenía en mente, pero ¿Qué otra cosa podía hacer? Abril estaba cantando Winter Wonderland con todas sus fuerzas y balanceándose de un lado a otro cuando se abrió la puerta y entró Federico sacudiéndose la nieve de las botas.

—Está nevando mucho. Me parece que vas a dar un paseo bajo la nieve esta noche, hija.

Abril sonrió.

—Me encanta la nieve. ¿Qué podría ser más divertido? La tía Paula ya dijo que prepararía su chocolate caliente, y vamos a preparar masa para hacer galletas de pasas y avena y poder meterlas al horno antes de irnos. Así seguirán calientes cuando estemos en el carro.

—Parece que lo tienen todo pensado.

—¡Va a ser genial! Muchas gracias por acceder a llevarnos. Eres increíble, papá.

—De nada, hija.

Federico se volvió hacia Paula y ella reconoció la tensión en su expresión.

—Oye, ¿Te importa que seamos algunos más a cenar?

No era algo fuera de lo común. Federico tenía por costumbre invitar a gente.

—No debería ser problema. Estoy preparando un gran rosbif, y siempre puedo añadir algunas patatas y zanahorias más. ¿A quién has invitado?

Su hermano se encogió de hombros.

—Al nuevo veterinario y a sus hijos.

¿El nuevo veterinario? ¿El hombre con el que se había besado en esa misma cocina doce horas antes? Abrió la boca para responder, pero no le salió nada más que un sonido ridículo.

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