miércoles, 11 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 27

Tenía que pensar en sus hijos y en su clínica. En su vida no había sitio para una mujer complicada como Paula Chaves. ¿Por qué se escondería en un pueblo pequeño como Pine Gulch? ¿Por qué no se habría hecho veterinaria? Parecía sentirse sola. No sabía por qué pensaba eso, pero de pronto estaba seguro de ello.

—¿Por qué no buscar entonces en otro sitio? El mundo es grande. Siempre podrías probar con las citas online.

—Vaya. Eres veterinario y asesor de relaciones. ¿Quién lo hubiera dicho? Me parece una combinación extraña, pero está bien.

Pedro se rió, porque aquel no era su modus operandi habitual. Normalmente era ajeno a los dramas personales de los demás, salvo cuando se trataba de sus relaciones con sus mascotas.

—Ese soy yo. Curaré a tu perro y a tu corazón roto, y todo a módico precio. Además se puede pagar en cómodas cuotas.

Ella sonrió y el lado derecho de su boca se elevó ligeramente más que el izquierdo, lo que creaba una agradable sensación de ambivalencia. Deseaba besarla. Sentía la necesidad de saborear sus labios cálidos mezclados con el sabor del chocolate y de la frambuesa. Tenía que salir de allí. Ya, antes de hacer una locura e intentar convertir sus fantasías en realidad. El perro resopló suavemente y aquella fue la excusa que necesitaba para levantarse y acercarse a ver al animal. Por desgracia, ella le siguió cuando se agachó para revisar la respiración del perro con el estetoscopio.

—¿Cómo suena?

—Bien. La respiración ya es normal. Creo que hemos resuelto el problema.

—Gracias de nuevo por todo. No sé si el doctor Harris podría haber hecho tan bien el trabajo.

Las palabras se le colaron dentro y se sintió increíblemente satisfecho por el cumplido.

—De nada.

—Espero no tener que volver a llamarte en mitad de la noche.

—Por favor, no dudes en hacerlo. Ahora estoy aquí al lado.

—Federico dijo que sería como tener nuestro propio veterinario interno —contestó ella con una sonrisa—. Solo para que te tranquilices, prometo no aprovecharme.

«Por favor, aprovéchate todo lo que quieras». Pedro se aclaró la garganta.

—Creo que los tipos de por aquí están locos. Aunque crecieras con ellos.

No sabía por qué había dicho aquello. Ella se quedó mirándolo sobresaltada, con los ojos desencajados y la boca ligeramente abierta. Podría haber dejado las cosas ahí, sin complicaciones, pero de pronto ella se quedó mirándole los labios y Pedro vió el brillo del deseo en sus ojos. Maldijo para sus adentros, se arrepintió de lo que estaba a punto de hacer y se lanzó hacia ella.

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