miércoles, 11 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 26

—Mi esposa murió hace dos años, y creo que los niños y yo necesitábamos empezar de cero, ¿Sabes? Lejos de viejas rutinas y relaciones. Las relaciones familiares a veces pueden suponer una carga.

—Lo entiendo. En muchas ocasiones yo he querido también empezar de nuevo.

¿De qué querría huir ella? Tenía la impresión de que había más bajo la superficie de Paula Chaves, más que una hermosa vaquera que adoraba a los animales y a su familia.

—¿Así que hicisteis las maletas y os mudasteis a las montañas de Idaho?

—Algo así.

Paula dió un trago a su chocolate y ambos se quedaron en silencio, interrumpido solo por la respiración tranquila del perro. Se le había quedado un poco de chocolate en el labio superior, y Pedro se preguntó qué haría si se acercaba y se lo quitaba con la lengua.

—¿Te parece inapropiado que te pregunte por tu esposa?

—Murió en un accidente de tráfico tras caer en un coma relacionado con la diabetes cuando iba conduciendo.

No añadió el resto, no le habló del bebé nonato que él no deseaba y que había muerto con ella, ni le contó lo enfadado que había estado con ella las semanas antes de su muerte, furioso por haberle puesto en esa situación después de que ambos hubieran decidido parar después de tener a Franco, cuando los médicos le advirtieron de los riesgos de un tercer embarazo.Se odiaba a sí mismo por el modo en que había reaccionado. El temperamento que había heredado de su abuelo, el que luchaba constantemente por superar, había escapado de su control. Se había vuelto malo, odioso, e incluso había empezado a dormir en la habitación de invitados después de que ella le dijera que estaba embarazada, días después de haber decidido que él se iba a hacer la vasectomía. Paula le dirigió una mirada compasiva que no merecía.

—Diabetes. Qué trágico. Debía de ser muy joven.

—Treinta años.

—Lo siento mucho.

Sí. Trágico. Algo que nunca debería haber sucedido. Se culpaba a sí mismo; y también los padres de Nadia, razón por la que intentaban poner a sus hijos en su contra.

—Debes de echarla mucho de menos. Entiendo que quisieras empezar de cero lejos de los recuerdos.

Sí que la echaba de menos. La adoraba cuando se casaron, hasta que empezó a mostrar su lado caprichoso y testarudo, que mientras salían había pasado por alto como parte de su encanto. Egoístamente, Nadia había creído que era más fuerte que su diabetes. No se merecía tenerla, por tanto no debería tener que preocuparse por cuidar de sí misma. Se mostraba despreocupada hasta el punto de no revisarse los niveles ni pincharse la insulina. Había sido una madre devota, nunca diría lo contrario, aunque a veces se preguntaba cómo una madre devota podría poner en riesgo su propia salud cuando ya tenía tantas cosas, simplemente porque deseaba tener más.

—¿Y tú? —le preguntó a Paula para cambiar de tema—. ¿Alguna vez has estado casada?

—¿Yo? No. Tengo citas de vez en cuando, pero nada serio. Las posibilidades de tener citas en Pine Gulch son muy reducidas. A casi todos los hombres solteros de por aquí los conozco desde siempre.

«A mí no me conoces». Aquel peligroso pensamiento se coló en su mente y pareció quedarse allí. No. No quería entrar en eso. Paula era una mujer guapa y él se sentía atraído por ella, pero nunca haría nada al respecto, salvo mirarla de reojo y fantasear.

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