miércoles, 25 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 58

—¿Qué les ocurrió a tus padres?

Las palabras le salieron más bruscamente de lo que había pretendido. Al parecer a ella también le sobresaltaron. Estuvo a punto de dejar caer la pizza al suelo, pero logró llevarla hasta la mesa con ambas manos.

—Vaya. Eso sí que no me lo esperaba.

—No es asunto mío. No tienes por qué contármelo. Es solo que me lo estaba preguntando. Perdona.

Paula suspiró mientras agarraba el cortapizzas y empezaba a cortarla.

—¿Qué es lo que has oído?

—Nada. Solo lo que has dicho tú, que no es mucho. Imagino que es algo trágico. ¿Un accidente de coche?

—No fue un accidente de coche —respondió ella tras servir una porción de pizza a cada uno—. A veces desearía que hubiera sido algo tan directo como eso. Habría sido más fácil.

Pedro dió un mordisco a la pizza y los sabores se mezclaron en su lengua, aunque apenas les prestó atención, atento como estaba a su respuesta. Paula dió un mordisco también a su porción y dió un trago de zarzaparrilla antes de seguir hablando.

—No fue ningún accidente —dijo—. Fueron asesinados.

Eso sí que no se lo habría imaginado nunca, menos en un pueblo tranquilo como Pine Gulch.

—¿Asesinados? ¿En serio?

Ella asintió.

—Lo sé. A mí tampoco me parece real. Han pasado ya once años y no sé si alguno de nosotros lo ha superado realmente.

—Tú debías de ser muy pequeña.

—Tenía dieciséis años.

—¿Fue alguien que conocían?

—No sabemos quién los mató. Esa es una de las peores cosas. Sigue sin resolver. Sabemos que fueron dos hombres. Uno moreno y uno rubio, de veintimuchos años.

Paula apretó los labios mientras bebía. Y él se maldijo a sí mismo por haber sacado un tema tan doloroso.

—No eran de Pine Gulch —continuó ella—. Eso sí lo sabemos. Pero no dejaron huellas ni otras pistas. Solo tenemos la declaración de un testigo.

—¿Cuál fue el motivo?

—Robo. Todo fue culpa de la codicia. Mis padres tenían una gran colección de arte. Sé que viste el cuadro del comedor el otro día y probablemente pensaste que nuestra madre era una artista brillante. También tenía amigos cercanos en el mundodel arte que le hacían regalos o le vendían las obras rebajadas. Sucedió pocos días antes de Navidad. Mañana hace once años. Ninguno de mis hermanos vivía en casa por entonces, solo estaba yo. Federico estaba trabajando en Montana. David estaba en el ejército e Iván tenía un departamento en el pueblo. Aquella noche se suponía que no debía haber nadie en casa. Yo tenía un concierto de Navidad esa noche en el instituto, pero… estaba enferma. O eso fue lo que dije.

—¿No lo estabas?

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