miércoles, 4 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 12

—¿Por qué? —el doctor Alfonso agarró una camiseta limpia y ella no pudo apartar la mirada mientras se la ponía, concentrada como estaba en el hilillo de vello que recorría su abdomen.

A pesar de la toalla, seguía con el pelo húmedo. Intentó alisárselo, pero acabó teniéndolo más revuelto, lo que le daba un aire más sexy.

—No debería haber venido tan pronto. Es que… estaba preocupada por cómo habría pasado la noche.

Él se encogió de hombros, aunque a Paula le pareció ver cierto brillo en las profundidades de sus ojos azules.

—No demasiado mal. Luca ha pasado casi toda la noche durmiendo. Creo que pronto estará listo para pasear.

—Puedo sacarlo yo, si cree que está preparado.

—Dimos una vuelta durante la noche. Parecía estar bien. Volvamos a intentarlo.

Paula se acercó a la caja donde se encontraba Luca. Como si hubiera notado su presencia, el perro abrió los ojos e intentó agitar el rabo, cosa que estuvo a punto de romperle el corazón.

—Shh. Tranquilo. Tranquilo. Ese es mi chico. ¿Cómo está mi chico favorito?

El perro volvió a agitar el rabo e intentó incorporarse, pero se dejó caer de nuevo con un gemido.

—Ya le toca tomarse el analgésico. Pensaba intentar colarle una pastilla en la mantequilla de cacahuete.

Paula abrió la puerta de la caja y le acarició la barbilla.

—Espero que no hayas tenido al doctor Alfonso despierto toda la noche.

—No ha estado mal —Pedro no se había afeitado todavía y la barba incipiente de su mandíbula le daba un aspecto salvaje de chico malo. Probablemente no le gustara que se lo dijera, y desde luego no estaría interesado en saber de su atracción por él—. Hemos tenido algunos momentos complicados. A decir verdad, no estaba del todo convencido de que fuese a superarlo. Es un tipo duro.

—Ayuda tener un buen veterinario —dijo ella.

—A veces ni siquiera las mejores habilidades como veterinario son suficientes. Supongo que lo sabrás, siendo una amante de los animales.

Esa era su gran preocupación con Sami. Su vieja border collie tenía trece años. Eso era mucho. Por mucho que la quisiera, Paula sabía que no estaría allí para siempre.

—Luca parece estar más alerta. Eso es buena señal, ¿No?

Se acercó a ella para acariciar también al perro. Sus dedos se tocaron accidentalmente y Caidy advirtió la rapidez con la que apartaba las manos.

—Puedes llamarlo Lucky Luca.

—Mi hermano y su familia ya tienen un perro Lucky, llamado Apolo—dijo ella con una sonrisa—. Sobrevivió a un atropello.

—¿Tu hermano?

—No, aunque a muchas mujeres resentidas de Pine Gulch les habría encantado arrollarlo con su coche. Pero me refiero a Apolo. Era un perro perdido, un beagle que deambulaba cerca de nuestro rancho. Yo estaba intentando atraerlo para poder encontrar a su dueño, pero era muy asustadizo. Y una tarde no se apartó con suficiente rapidez y fue atropellado. Ahora está bien y los hijos de Iván le malcrían. Hijastros, en realidad, pero Sofía y Agustín pronto habían sido absorbidos por el clan Chaves.

—Bueno, puedes añadir este a tu colección de cachorros con suerte.

—¿Cuándo puedo llevármelo a casa?

—Tal vez más tarde, siempre que siga estable.

—Eso sería fantástico. Gracias por todo.

—Es mi trabajo —respondió él encogiéndose de hombros.

—Anoche hablé con Federico. Dice que su familia y usted pueden mudarse a la casa del capataz hasta que la otra casa esté terminada.

—¿De verdad? —preguntó él con expresión de agrado y alivio—. Eso haría que las Navidades fueran mucho más cómodas.

—Tal vez quiera pasarse por el rancho a echar un vistazo antes de aceptar. Lo tenemos bien cuidado, pero tampoco le vendría mal alguna reforma.

—Dijiste que tenía tres dormitorios, ¿No?

—Sí. Y Federico sugirió que pensáramos en algo para intercambiar el alquiler por sus servicios como veterinario, si le parece bien. Aun así probablemente seguiré debiéndole mi primer hijo, pero tal vez no el segundo.

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