lunes, 2 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 7

—Los accidentes ocurren, sobre todo en un rancho. Gracias, Pedro. Que pasen buena noche.

—Te acompaño fuera —dijo él.

Josefina puso los ojos en blanco; llevaban teniendo aquella discusión desde que había llegado al pueblo. Su clínica de San José no había estado en la mejor zona de la ciudad y siempre se aseguraba de que las mujeres que trabajaban para él llegaran sanas y salvas a sus coches en el estacionamiento. Probablemente fuese una costumbre anticuada, pero, cuando estudiaba en la universidad, habían asaltado a una amiga suya de camino al coche tras una clase a última hora, y la chica había acabado por dejar las clases. El aire frío de la calle le aportó un poco de energía. La nieve parecía haber cesado un poco. Las casas que rodeaban la clínica mostraban sus lucecitas tintineantes de Navidad, y una vez más se arrepintió de no haber colgado algunas en la ventana de la clínica.

El coche de Joni estaba cubierto de nieve y él la ayudó a quitarla.

—Gracias, Pedro —dijo ella con una sonrisa—. Eres el único jefe que alguna vez me ha limpiado los cristales.

—No sé qué haría sin tí ahora mismo —respondió él con sinceridad—. Simplemente no quiero que tengas un accidente de camino a casa.

—Gracias. Que tengas buena noche. Llámame si necesitas que te releve durante la noche.

Él asintió, se despidió de ella y regresó a la clínica tonificado por el aire frío. Abrió la puerta y captó las notas incongruentes de una suave melodía. Se dió cuenta de que Paula estaba tarareando. Se detuvo a escuchar y reconoció la melodía de Greensleeves. No quiso moverse por miedo a interrumpir. Creía no haber hecho ningún sonido, pero ella sintió su presencia de todos modos. Levantó la mirada y sus mejillas se sonrojaron.

—Perdón. Debe de pensar que soy ridícula tarareándole a un perro. Ha empezado a ponerse nervioso y… esto parecía tranquilizarle.

—Parece que está dormido otra vez. Yo puedo ocuparme del resto si tiene que marcharse.

—Podría quedarme —respondió ella—. Mi hermano y mi sobrina pueden encargarse del resto de mis animales por esta noche.

—Tenemos esto bajo control. No se preocupe. Estará bien atendido, señorita Chaves.

—Llámeme Paula, por favor. Nadie me llama señorita nada.

—Paula, entonces.

—¿Va a venir alguien a relevarle?

—Aún no tengo todo el personal y Josefina tiene una fiesta esta noche. Además de un marido y unos hijos. No pasa nada. Tengo una cama en mi despacho. Estaré bien. Cuando tenemos emergencias durante la noche, me las apaño así.

—¿Y sus hijos? —preguntó ella.

—Estarán bien con la señora Michaels. Solo será una noche.

—Ah… gracias.

—Tu factura será más abultada por tener que pasar la noche —le advirtió.

—Me lo imaginaba. Trabajé aquí hace diez años y sé lo que costaban las cosas. Y he visto como aumentaban los precios con los años —hizo una pausa—. Odio tener que dejarlo aquí.

—Estará bien. No te preocupes. Vamos. Te acompaño fuera.

—¿Es un servicio que le ofrece a cualquier mujer que viene a su clínica?

—Tengo que cerrar de todos modos.

Ella se puso el abrigo y después Pedro la acompañó por donde había entrado. Paula conducía una camioneta antigua con balas de heno apiladas en la parte de atrás.

—Ten cuidado. Las carreteras estarán resbaladizas después de la nieve.

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