lunes, 9 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 22

—¿Puede caminar? —preguntó Federico mientras examinaba a Luca.

—Sí que puede —confirmó Pedro—, pero ahora tardará un poco en estar cómodo. Será mejor que le dejemos tomárselo con calma. ¿Te importa ayudarme a llevarlo dentro?

—No hay problema —dijo Federico. Ambos se llevaron la caja con Luca dentro.

Paula se preguntó si debía quedarse con los niños y llevarlos dentro. Antes de que pudiera tomar una decisión, la señora Michaels se acercó a ellos, procedente del otro coche.

—Probablemente quieras ir a ayudar a tu perro a instalarse, ¿Verdad?

—Sí —se apresuró a responder ella—. ¿Por qué no entran todos?

—Creo que es mejor que nos quedemos aquí. Seguro que el doctor Alfonso no tarda mucho y los niños están ansiosos por empezar a instalarse en la casa.

Siguió las voces de los hombres y los encontró en la cocina, dejando la caja en una zona que ella había habilitado antes.

—A Paula le gusta tener a sus pacientes en la cocina —estaba diciendo Federico—. De este modo, su dormitorio, que está al final del pasillo, está lo suficientemente cerca para tenerlos vigilados.

—Está cerca de la puerta de atrás para poder dar paseos. Esa es la parte importante —dijo ella.

—Esto está bien. Me gusta el cercado —dijo él.

Años atrás, Paula había comprado un parque de juegos para bebés que le servía cuando tenía que tratar a un animal cuya actividad física debía ser limitada.

—Vamos, sal —le dijo Pedro a Luca. El perro no parecía querer moverse, pero finalmente se levantó muy despacio y salió de la caja. Después se dirigió de inmediato a la cama de mantas que ella había colocado allí.

—¿Qué instrucciones específicas necesito?

—Nuestro mayor miedo ahora mismo es que se infecte. Tenemos que mantener las heridas lo más limpias posibles, sobre todo la perforación del toro.

—No tienes que preocuparte por nada —dijo Federico—. Paula es una experta. Antes trabajaba en la clínica con el doctor Harris.

—Eso he oído.

—Debería haber sido veterinaria —continuó su hermano—. Es lo que siempre ha querido hacer.

—¿De verdad? —preguntó Pedro, y la miró con curiosidad. Seguramente estuviera preguntándose por qué no había perseguido sus sueños.

—Sí. También quería ser bailarina de ballet cuando tenía ocho años. Y una estrella de cine cuando tenía once. Y cantante.

Decidió no mencionar que en una ocasión había querido cantar de manera profesional. Era otro de los sueños que había dejado a un lado.

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