lunes, 23 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 55

—Además de disfrutar cualquier cosa que nos prepare la señora Michaels, no. La verdad es que no.

—¿Y de cuando eras niño?

—Tampoco. No provengo de una familia muy unida.

—¿No tienes hermanos o hermanas?

—Una hermana. Es varios años más joven que yo. Hemos perdido el contacto con los años.

Celina se había rebelado contra sus abuelos siguiendo los pasos de su madre, enterrando su tristeza entre drogas y alcohol. Lo último que sabía era que estaba en su tercera rehabilitación para evitar ir a la cárcel.

—Yo no podría imaginar lo que sería perder el contacto con mis hermanos. Son mis mejores amigos. Laura y Brenda son como hermanas para mí también.

—Los Chaves parecen un frente unido contra el mundo.

—Supongo. No siempre ha sido así, pero lo que importa es el presente, ¿No?

—Sí. Eres muy afortunada.

Paula abrió la boca para hablar, pero pareció pensárselo mejor.

—Creo que esto ya está listo —con un giro de muñeca, colocó la base de pizza estirada sobre una bandeja espolvoreada con harina y se la entregó con una reverencia—. Toda tuya.

—Oh —Pedro se quedó mirando la base de pizza sin saber bien qué esperaba de él.

—Nunca has hecho esto antes, ¿Verdad?

—No. Pero puedo decirte de memoria el número de teléfono de media docena de pizzerías de California.

Ella negó con la cabeza, se acercó más y, al captar el aroma a flores silvestres, Pedro dejó de tener hambre de pizza y empezó a tener hambre de ella.

—Muy bien, te ayudaré esta vez. La próxima vez que vengas a los viernes de pizza, tendrás que hacerlo solo.

«La próxima vez». ¿Quién habría imaginado que esas tres palabras podrían albergar tantas promesas?

—De acuerdo. Lo primero que tienes que hacer es poner un poco de salsa encima con una cuchara. A mí me gusta usar la cuchara grande para extender la salsa sobre la mesa. Así es. Bien, ahora espolvorea el queso que quieras. Perfecto. Veo que te gusta pegajosa.

Paula le sonrió y de pronto él quiso tirar la pizza al suelo, acorralarla contra la encimera y besarla hasta quedar los dos sin aliento.

—De acuerdo, ahora tienes que poner los ingredientes. Yo pensaba poner pepperoni y aceitunas en la próxima, pero puedes echarle imaginación. Cualquier cosa que creas que puede gustarles a los niños.

—Pepperoni y aceitunas me parece bien. A mis hijos les gusta.

—La tercera puede ser más sofisticada. Para entonces, Abril y sus amigas, y Federico, cuando está en casa, ya se han llenado.

¿Quién preparaba tres pizzas caseras un viernes por la noche? Paula Chaves, al parecer.

—Ahora los ingredientes. No escatimes con las aceitunas.

Pedro agarró el pepperoni y lo extendió en rodajas sobre la pizza. Después esparció un puñado de aceitunas por encima y se propuso que aquella iba a ser la mejor pizza de viernes por la noche que Paula habría probado jamás.

—Muy bien. Ahora otra capa de queso y un poco de parmesano recién rallado para terminar. Qué buena pinta.

—Gracias.

—Si alguna vez te cansas de ser veterinario, podrás encontrar trabajo en la pizzería del pueblo.

Él se rió.

—Siempre viene bien tener un plan de emergencia. Es bueno saber que seguiré pudiendo dar de comer a mis hijos.

Ella sonrió y se quedó mirando su boca durante unos segundos. Aquel momento se alargó y Pedro deseó volver a besarla, pero Paula se apartó antes de que pudiera hacer nada.

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