lunes, 30 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 66

—Abril nos lo ha rogado este año. Venían sus primos y casi todas sus amigas.

Antes de que él pudiera responder, alguien la empujó por detrás. Se tambaleó sobre sus botas de tacón y se habría caído al suelo si Pedro no la hubiera agarrado. Durante unos segundos se quedaron mirándose el uno al otro y ella vió el calor y el deseo en sus ojos. De pronto el ruido de la multitud se esfumó, como si alguien hubiera bajado el volumen de golpe, y solo fue consciente de Pedro. De sus brazos fuertes rodeándola, de sus ojos mirándola con deseo y algo más que no podía identificar.

—Oh, lo siento mucho. ¿Estás bien, querida?

Paula reconoció la voz de Cecilia Montgomery y se dió cuenta de que la mujer del alcalde, y madre de los Dalton, debía de ser la que se había chocado con ella. Aún sin aliento, y agradecida por haber dejado el plato en la mesa antes del empujón, consiguió salir de entre los brazos de Pedro y darse la vuelta.

—Estoy bien. No hay problema.

Cecilia sonrió inocentemente, pero a Paula le pareció ver un brillo malicioso en sus ojos. Genial. Pedro y ella no podrían estar tranquilos ahora que sus amigas habían decidido que estaban destinados a acabar juntos. Se preguntó si debería advertirle, pero decidió que eso resultaría demasiado incómodo.

—Esto es una locura —comentó Pedro—. He visto algunas sillas junto a las puertas de cristal que dan a la piscina, por si estás buscando un lugar donde sentarte.

—Claro —contestó ella, agarró su plato y un vaso de agua y se alejó con él hacia las sillas.

—¿Dónde están los niños?

—En la piscina. ¿Dónde si no? —Pedro señaló a través de las puertas de cristal y ella vió a Franco jugando en el agua con Agustín, el hijo de Laura. Valentina estaba con un grupo de chicas, incluyendo a Abril y a Gabi.

—Iván se ha ofrecido a echarles un ojo para que yo pudiera ir a comer algo, ya que estaba vigilando a Agustín y a Sofía de todos modos. Pensé que estarían a salvo con el jefe de bomberos como socorrista.

Se quedaron en silencio y ella se dedicó a mordisquear un canapé que sabía a calabaza y canela.

—¿Estás preparado para la Navidad? —preguntó al fin cuando el silencio se volvió incómodo.

—No. En absoluto —respondió él con cierto pánico en la voz—. Debería estar en casa envolviendo regalos ahora mismo. No sé cómo se hace. Mi esposa solía encargarse de esos detalles, y después pasó a ocuparse la señora Michaels. Tal vez les diga a los niños que Papá Noel ha decidido no envolver los regalos este año y los deje debajo del árbol sin más.

—¡No puedes hacer eso! ¡El misterio y la anticipación de desenvolver los regalos es parte de la magia!

Él arqueó una ceja.

—Y lo dice una mujer que querría olvidarse por completo de las Navidades.

—El hecho de que no disfrute particularmente con la Navidad no significa que no sepa qué es lo que hace que el día sea perfecto, sobre todo para los niños — protestó Paula—. Los regalos de Abril llevan envueltos y escondidos desde Acción de Gracias.

Pedro se quedó mirándola durante unos segundos y después negó con la cabeza.

—Eres extraordinaria.

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