viernes, 13 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 31

—Estaba limpiando la entrada con la pala cuando he salido a despejar la entrada con el tractor y hemos empezado a hablar. He mencionado lo de la cena y el paseo de después, y le he preguntado si querrían cenar con nosotros.

De pronto Paula quiso lanzarle a su hermano la bola de masa que tenía en la mano. ¿Cómo podía hacerle eso? Le había advertido que no se hiciera ideas equivocadas sobre Pedro y ella, y sin embargo era justo lo que estaba haciendo.

—No te importa, ¿Verdad?

—No. ¿Por qué debería importarme? —murmuró ella, aunque se le ocurrían varias razones. Empezando y terminando con aquel beso.

—Eso pensé. Brenda, Laura y tú siempre hacen demasiada comida. Invitar al veterinario y a su familia a cenar me parecía una buena forma de darles la bienvenida al rancho. Y pensaba que a sus hijos les gustaría ir de paseo con nosotros después.

—Seguro que les encantará. Será algo nuevo y excitante para unos niños de California. Probablemente no tuvieran mucha nieve allí.

—¡Genial! —exclamó Abril—. Espero que sepan cantar.

Bien. Canciones y Pedro Alfonso. Dos cosas que debería evitar a toda costa y que, sin embargo, no podía evitar. Aquella iba a ser una noche interesante.




—¿Crees que Agustín y Sofía también estarán?

—Imagino que sí, hijo —le dijo Pedro a su hijo mientras caminaban los tres bajo la nieve hacia la casa principal del rancho. La nieve amortiguaba todos los sonidos, incluyendo el suave fluir del arroyo, que circulaba al otro lado de los árboles que formaban un yugo en torno al rancho.

—Espero que Gabi también esté —comentó Valentina, que mostraba más entusiasmo por la salida de lo que había mostrado en mucho tiempo—. Es divertidísima.

—Seguro que estará. Federico dijo que iría toda la familia a cenar, y ella es parte de la familia.

Sin embargo, los niños y él no lo eran. Solo eran invitados temporales y probablemente no debiera arrastrar a sus hijos a esa cena familiar, sobre todo después de los acontecimientos de la noche anterior. Debería haber dicho que no. Federico Chaves le había pillado por sorpresa con la invitación mientras estaban limpiando la nieve, y no había sabido qué responder. A los niños les encantaría, pero sabía que a él no. No le importaba relacionarse. A Nadia le gustaba dar fiestas, y una parte de él echaba eso en falta desde su muerte. Pero aquella fiesta era un evento familiar y no quería invadirles. Si eso no fuera suficiente, no estaba preparado para enfrentarse a Paula Chaves. Aquel beso le había dejado inquieto y excitado. No había podido dormir después de abandonar su casa. Se había pasado la noche dando vueltas en la cama hasta que finalmente se había levantado a las seis, antes que los niños, y había empezado a quitar nieve con la pala para aliviar la tensión. Aquel beso. Había deseado ahogarse en él, arrastrar a Paula con él, saborear y explorar su boca hasta quedar ambos sin aliento. Y sabía que ella habría respondido de igual manera, con gran entusiasmo. ¿Cómo podía uno ponerse a hablar de cualquier cosa con una mujer después de haberla besado así sin desear volver a hacerlo? Un par de perros se acercaron a saludarlos al acercarse a la casa, y Franco se colocó tras él. Aunque su hijo veía muchos perros desconocidos en la clínica, normalmente le daban miedo los animales que no conocía. Un enorme mastín sin entrenar le había acorralado en una ocasión en la clínica años atrás. Solo buscaba cariño, pero Franco se había asustado mucho y desde entonces se mostraba desconfiado.

—No te harán daño, Fran. Mira, ambos están moviendo el rabo. Solo quieren decir hola.

—Yo no quiero —dijo Frano.

—Entonces no tienes que hacerlo. Valen, ¿Quieres llevar la bolsa con la ensalada y el toffee de la señora Michaels mientras yo llevo en brazos a tu hermano?

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