lunes, 9 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 21

Pedro los saludó a todos y después le ofreció la mano a Federico.

—Hola. Tú debes de ser el hermano de Paula.

—Así es. Federico Chaves. Esta es mi hija, Abril. Supongo que ya conoces a nuestra Paula. Encantado de conocerte. Bienvenido al rancho River Bow.

—Gracias.

Ambos se estrecharon la mano y después, para sorpresa de Abril, Pedro le dió la mano a ella también. La niña sonrió y sus coletas se agitaron bajo su sombrero de vaquera al convertir el apretón de manos en un ejercicio vigoroso. Pedro le dirigió a ella una sonrisa amistosa; más cálida que cualquiera que le hubiera dirigido hasta el momento. Ella se sonrojó y se dió cuenta de que Federico los miraba con atención. Maldita bocaza la suya. No debería haberle dicho eso en el establo. Conociendo a su hermano, no iba a permitir que se le olvidara nunca.

—De verdad, les agradezco que nos ofrezcan la casa.

Federico se encogió de hombros.

—¿Por qué no íbamos a hacerlo? Está vacía. Con el debido respeto hacia mi cuñada, los niños deberían estar en una casa en Navidad.

—Un poco más de espacio para respirar hará que las fiestas sean más agradables para todos nosotros —respondió Pedro—. Tengo también a alguien más que está ansioso por estar en el River Bow.

Se dirigió hacia la parte trasera del coche y abrió la portezuela.

—¿Crees que Luca está listo para volver a casa? —preguntó Paula.

—Así debería ser. Esta tarde se movía solo y parecía más a gusto. Es un luchador. Aun así tendrás que vigilarlo, pero no hay razón por la que no pueda estar en casa. Eso te ahorrará algo de dinero en la factura de la clínica.

Se juntaron todos en la parte trasera del coche. Luca estaba descansando en su cajetín. Cuando la vió, gimoteó. Pedro abrió la puerta y las uñas del animal resbalaron sobre la base de plástico de la caja cuando intentó levantarse.

—Tranquilo —dijo Pedro, y su voz pausada hizo que Luca obedeciera y volviera a tumbarse.

—Hola, Luca, amigo —dijo Abril acariciando al perro con la mejilla y rascándole debajo de las orejas—. Pobrecito. Mira qué venda lleva.

—Hola, Abril. Siento que tu perro esté herido.

Abril sonrió al mirar al asiento de atrás, desde donde Valentina y Franco observaban la conversación con atención.

—Yo también. Pero en realidad no es mi perro. Es uno de los de mi tía Paula. A mí lo que más me gusta son los gatos.

—A mí también me gustan los gatos —dijo Valentina.

—A mí no —respondió Franco—. Me gustan los perros. Este es nuestro perro. Se llama Tri.

El perro soltó un ladridito al oír su nombre y Paula sonrió al verlo. Era una clase de chihuahua.

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