miércoles, 18 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 42

—¿Tanto se me nota?

—Un poco. Probablemente Laura y yo seamos las únicas que se han dado cuenta. Quizá también Pedro.

Paula respiró profundamente. Brenda tenía razón. Seguramente Federico necesitara su ayuda.

—No me gusta ser cobarde —murmuró.

—No es más que un paseo. Una hora de tu vida. Podrás soportarlo. Has pasado cosas peores.

—No quiero dejarte sola.

—Me vendría bien un poco de paz, si te digo la verdad. Vete, Paula.

—Por excitante que resulte la noticia, tenemos que irnos —declaró Federico—. Vamos a cargar el carro.

Las chicas chillaron con fuerza y Sofía se tapó las orejas con cara de susto. Paula le dirigió una sonrisa tranquilizadora.

—No te preocupes por esas niñas tontas. Solo quieren ir a divertirse.

—Yo también. Tú vienes.

Ella suspiró y se resignó a su destino.

—Sí, reina Sofía.

La niña se rió con dulzura mientras Paula sacaba su abrigo del armario y se ponía las manoplas y un bonito gorro hecho a mano por Emery Kendall Cavazos que había ganado en el intercambio de regalos de la fiesta navideña de los Amigos de la Biblioteca.

—Date prisa, Pau —le dijo Iván—. No tenemos toda la noche. Cuanto antes nos vayamos, antes podremos quitárnoslo de en medio y volver para ver el partido de baloncesto. Vamos, Sofía.

—Yo me quedo con la tía —dijo la niña.

—Yo me encargo de ella —le dijo Paula a su hermano.

—¿Estás segura?

—Sí. Ya vamos. Casi estoy lista.

Iván se marchó y ella terminó de ponerse las botas. Después le dió la mano a Sofía y se dirigió hacia el vagón de heno. Los caballos patalearon y relincharon con el aire frío, que olía a humo y a nieve. Qué noche tan bonita. Perfecta para un paseo en trineo. Bueno, no era oficialmente un paseo en trineo, pues el carro tenía ruedas, no esquís, pero no creía que ninguno fuese a quejarse. Federico había rodeado el carro con fardos de paja a modo de asientos. Por desgracia, todos estaban ya sentándose cuando se acercó al carro, y vió que el único sitio que quedaba libre para Sofía y para ella estaba en la parte trasera; justo al lado de Pedro.

—Tía, arriba —dijo Sofía.

¿Cómo iba a poder superar aquello? Sofía no pesaba mucho, pero Paula no creía que pudiera subir la escalerilla con ella en brazos, y tampoco sabía si la niña podría subir sola los peldaños.

—Si quieres auparla, yo puedo ayudarla desde aquí —comentó Pedro, que obviamente se había dado cuenta de su situación.

Paula tomó a Sofía en brazos y se la entregó. Sus brazos se rozaron cuando él tiró de la niña para subirla al carro. ¿Sintió él también las chispas entre ellos, o sería solo su imaginación? Subió las escaleras y se quedó de pie un momento, deseando poder sentarse delante de Federico. Por desgracia él ya tenía a Agustín y a Franco sentados con él.

—Siéntate, Pau, o te vas a caer cuando arranque Fede —le ordenó Iván.

Al no quedarle más remedio, se sentó en el mismo fardo que Pedro. Al menos Sofía iba sentada entre ellos.

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