lunes, 16 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 37

—¿Y qué dices tú, Paula? —preguntó Brenda—. Eres la única soltera aquí. ¿No te parece que está bueno? Hay algo en esos ojos azules y esas pestañas largas…

De pronto le temblaron las rodillas y estuvo a punto de cortarse el pulgar con el cuchillo.

—Claro —murmuró—. Es una pena que tenga la personalidad de un tejón.

Vió las miradas de sorpresa de sus cuñadas. Laura se quedó con la boca abierta y Brenda arqueó las cejas, probablemente porque ella casi nunca hablaba mal de nadie. Laura fue la primera en hablar.

—Es extraño que digas eso. A mí me parecía muy simpático cuando se alojaba en el hotel. La mitad de mis empleadas estaban enamoradas de él.

Después de aquel beso, temía que pudiera entrar en ese grupo con el más mínimo empujón. No recordaba haberse sentido nunca tan atraída por un hombre.

—A mí no me sorprende —respondió ella finalmente—. ¿Quieren saber lo que pienso de Pedro Alfonso? Creo que es un imbécil arrogante, maleducado y engreído. A algunas mujeres les gustan ese tipo de hombres. No me pregunten por qué.

—Y no te olvides de que con frecuencia está en el lugar y en el momento equivocado.

Al oír su voz profunda, tanto sus cuñadas como ella se volvieron hacia la puerta y vieron allí a Pedro.

—A mi hijo se le ha caído un vaso de agua —explicó—. Venía buscando un trapo para limpiarlo. A no ser que te parezca de mala educación pedirlo.

Brenda abrió el cajón donde Paula guardaba los trapos, sacó uno y se lo entregó.

—Gracias —respondió él, y se marchó sin decir nada más. A Paula le dieron ganas de meter la cara en la salsa.

—Vaya. Me parece que no han empezado con buen pie —comentó Brenda.

—Podría decirse que no —respondió ella.

Su madre la habría agarrado de la oreja y la habría enviado castigada a su habitación por ser tan grosera con un invitado. No podría volver a mirarlo. ¿Cómo iba a sentarse a la mesa junto a él después de lo que le había oído decir? Lo peor era que nada de aquello era cierto. Simplemente le avergonzaba sentirse atraída por un hombre que se arrepentía de haberla tocado. ¿Qué excusa podría inventarse para pasarse la noche en la cocina? Suspiró y se dió cuenta de que iba a tener que encontrar la manera de disculparse, pero ¿cómo iba a hacerlo sin darle algún tipo de explicación? No podía contarle la verdad. Eso haría que se sintiese más humillada y avergonzada.

—Creo que voy a sacar estos panecillos —dijo Brenda para romper el silencio.

Después Laura le puso una mano a Paula en el brazo.

—Vamos a ver, ¿a qué ha venido eso? ¿Ha ocurrido algo entre ustedes?

Su amiga la conocía desde hacía muchos años, mucho antes de que sus padres murieran. No quería contárselo. No quería hablar con nadie; solo quería esconderse en su habitación con Luca.

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