viernes, 20 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 50

—Más o menos. Últimamente ha llegado gente nueva, pero estoy segura de que los conoceré.

—¿Conoces a alguna niñera?

—¿Le pasa algo a la señora Michaels?

—No. A ella no —respondió él con un suspiro—, pero tiene una hija casada en California que acaba de tener un bebé.

—Oh, eso es fantástico. Recuerdo que mencionaste que su hija estaba embarazada.

—Le quedaba un mes más, pero al parecer se puso de parto ayer y ha tenido al bebé esta mañana. El bebé está en la UCI de recién nacidos. Alicia quiere estar allí, cosa que entiendo. Está intentando encontrar vuelo para hoy, para poder estar allí cuando su hija regrese a casa del hospital. Y además le gustaría quedarse a pasar las fiestas allí.

—Comprensible.

—Lo sé. Lo comprendo, créeme. Pero eso hace que mi vida se complique un poco, al menos de forma temporal. Los niños pueden venir aquí después de clase. No me importa tenerlos por aquí. Pero, según Valentina, estar en la clínica es «un auténtico aburrimiento». Además Franco suele encontrar problemas allí donde va, algo que puede resultar un inconveniente en una clínica llena de animales enfermos.

—Entiendo que pueda suponer un problema.

—Tengo que encontrar a alguien al menos para este sábado. Tenemos citas en la clínica todo el día, porque la semana que viene estaremos con horario reducido, y no quiero tenerlos aquí metidos durante diez horas.

—Eso se puede arreglar sin problemas, Pedro —respondió ella por impulso—. Valentina y Franco pueden venir a nuestra casa después de clase y quedarse con Abril y conmigo. Será divertido.

—No te lo decía como indirecta, lo juro. Sinceramente no se me había ocurrido pedírtelo. Como tú conoces a todo el mundo, pensé que tal vez sabrías de alguien que estuviese dispuesto a ayudar.

—Sí que conozco a algunas personas que cuidan niños. Puedo darte algunos nombres, si lo prefieres. Pero te prometo que tenerlos en casa después de clase no será ningún problema. A Abril le encantará tener compañía e incluso puedo encargarles alguna tarea fácil. Pueden volver en el autobús con ella el resto de la semana, igual que harían si la señora Michaels estuviera allí. El sábado tampoco es problema. Abril y yo estamos preparando galletas de Navidad y nos vendría bien su ayuda.

—No quiero molestarte. Seguro que estás muy ocupada con la Navidad.

—¿Y quién no? No te preocupes por ello, Pedro. Si pensara que es demasiada molestia, no me habría ofrecido.

—No sé.

Obviamente se mostraba reticente a aceptar la ayuda. Qué hombre tan testarudo. ¿Pensaba acaso que iba a pedirle algo a cambio? ¿Un beso por cada hora cuidando a sus hijos? Tentador. Muy tentador…

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