miércoles, 4 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 13

Pedro sonrió; no fue una sonrisa enorme, pero sí auténtica. El estómago volvió a darle un vuelco y Paula recordó el momento en que había entrado en la clínica y lo había encontrado medio desnudo. ¿Qué diablos le había sucedido? Nunca reaccionaba así a los hombres. Tenía citas de vez en cuando. No era una auténtica ermitaña, como parecían creer sus hermanos. Disfrutaba de alguna cena o alguna película, pero normalmente se esforzaba porque todo fuera divertido e informal. Las pocas veces en las que un chico había intentado algo más, a ella le había entrado el pánico, se había sentido presionada y había hecho todo lo posible por desalentarlo. No recordaba haber tenido nunca una reacción tan poderosa e inmediata hacia un hombre. No estaba acostumbrada a esa sensación de vértigo.

—No creo que haya problema —dijo él—. Si tiene tres dormitorios y una cocina medio decente para la señora Michaels, lo demás me importa poco.

—Por lo que sabe, podría ser una pocilga. Le sorprendería saber las condiciones en las que algunos rancheros obligan a vivir a sus trabajadores.

—Me gustaría creer que no lo habrías sugerido si no pensaras que podría estar bien para mi familia.

—Eso es muy confiado por su parte. No sabe nada sobre mí. Podría tener por costumbre estafar a los recién llegados el dinero de su alquiler.

—Dado que estamos hablando de intercambiar mis servicios por el alquiler, no creo que eso sea un problema, ¿No crees? Pero, si insistes, supongo que podría pasarme por tu rancho luego, cuando Josefina venga a darme el relevo. Viene sobre las diez.

—Podría estar bien. Supongo que me dará tiempo a llegar y esconder todas las ratoneras y las trampas para cucarachas.

En esa ocasión Pedro se rió abiertamente, como ella había pretendido. Fue un sonido potente que recorrió su columna con un escalofrío. Aquello era un gran error. ¿Por qué habría abierto su bocaza para ofrecerle la casa? Lo último que necesitaba en el rancho era un hombre atractivo de torso sexy y con una risa deliciosa.

—¿Le ayudo a sacar a Luca antes de irme?

—No. Puedo solo.

—Entonces, le veré en un rato, ¿De acuerdo? —preguntó ella mientras le acariciaba la cabeza al perro una vez más—. Tienes que quedarte aquí un poco más y después podrás irte a casa.

—Sabes que probablemente no podrá volver a ser un perro de trabajo. He juntado sus huesos lo mejor que he podido, pero nunca será lo suficientemente fuerte o rápido para hacer lo que hacía antes.

—En el rancho no somos tan crueles como para obligarles a hacer piruetas a cambio de la cena, doctor Alfonso. Le encontraremos un lugar en el River Bow, pueda trabajar con el ganado o no. Tenemos otros muchos animales que viven una jubilación muy placentera.

—Me alegra oírlo —respondió él.

—Gracias de nuevo por todo. Supongo que le veré más tarde.

Paula se dirigió hacia la puerta, pero él se le adelantó y se la abrió, lo que no le dejó más opción que pasar junto a él al salir. Ignoró el escalofrío, igual que había ignorado los otros. Se dijo a sí misma que podría hacerlo. Solo serían unas semanas y probablemente viera más a los niños y al ama de llaves que al propio Pedro, sobre todo si trabajaba tantas horas.

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