viernes, 20 de marzo de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 46

Cuando las niñas empezaron a quejarse del frío, Pedro se dió cuenta de que los caballos estaban atravesando la entrada del rancho River Bow.

—¿No más caballitos? —preguntó Sofía.

—Hoy no, bichito —Iván estiró los brazos y su hijastra se lanzó hacia ellos—. Pero te prometo que pronto volveremos a dar otro paseo.

—Le encantan nuestros caballos —dijo Paula con una risa de ternura—. Sobre todo los grandes, por alguna extraña razón.

En vez de dirigirse hacia la casa principal, el hermano de Paula guió a los caballos hacia la casa que él tenía alquilada. Detuvo el auto en la puerta.

—Mira qué bien. Los traemos hasta la puerta —dijo Paula.

Finalmente le miró a los ojos y sonrió. Pedro deseaba quedarse allí, bajo el frío, contemplando aquellos ojos verdes durante una hora o dos. Pero logró devolverle la sonrisa y se limitó a bajar del auto y a recoger a sus hijos.

—Vamos. Franco, Valentina.

—¡Yo no quiero bajar! ¿Por qué los demás pueden seguir montados? — preguntó Franco con voz temblorosa.

—Solo durante un minuto más —le prometió Federico—. Nos vamos directos a la casa y entonces el paseo se habrá acabado. Los caballos están cansados y necesitan dormir.

—Y tú también, hijo —dijo Pedro—. Vamos.

Para su tranquilidad, Franco obedeció y saltó a sus brazos. Era evidente que Valentina deseaba quedarse con las demás niñas, pero finalmente se despidió de ellas.

—Te veré mañana en el autobús —le dijo a Abril.

—Genial. Traeré el libro del que estábamos hablando.

—De acuerdo. No lo olvides.

Valentina volvió a despedirse y bajó del auto sin su ayuda.

—Gracias por dejarnos ir con ustedes —les dijo Pedro a todos en general, aunque sus palabras fuesen dirigidas a Paula—. Valentina y Franco se lo han pasado de maravilla.

—¿Y tú? —preguntó ella.

Aún no la conocía lo suficientemente bien como para interpretar su estado de ánimo.

—Me lo he pasado bien —respondió él.  Le sorprendía ligeramente darse cuenta de que era cierto. No disfrutaba de muchas cosas desde la muerte de su esposa. ¿Quién habría imaginado que disfrutaría de un paseo en carro con un grupo de niñas ruidosas, con Paula y con sus hermanos, que probablemente le hubieran tirado del carro de haber sabido que había besado a su hermana la noche anterior?—. Sobre todo me ha gustado el chocolate caliente con menta.

—Me alegro —dijo ella—. El de menta también es mi favorito.

—Buenas noches.

Se despidió de todos con la mano y llevó a Franco a casa, preguntándose qué diablos iba a hacer con Paula Chaves. Era un misterio intrigante, una mujer llena de espinas y de dulzura, una mezcla de vinagre y azúcar, y se sentía fascinado con ella. Mucho más de lo que debía.

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