viernes, 30 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 60

–¿Señorita? Hay un caballero... –Marta, el ama de llaves, asomó la cabeza por la puerta de la habitación que Paula usaba como despacho.

Paula alzó la cabeza, sorprendida.

–¿Un caballero? –Paula sintió que el corazón le daba un vuelco y cerró los ojos esperanzada–. Hágale pasar –dijo. Y se puso en pie para calmarse.

Había pasado una semana y ya se había dado por vencida. Tomó aire mientras Marta acababa de abrir la puerta, se retiraba y dejaba pasar a... Kevin Robbins.

–¡Paula! –la saludó con una luminosa sonrisa.

–Kevin –dijo ella sin ocultar su desilusión.

–También yo me alegro de verte –dijo él son sorna.

–Perdona, pero no te esperaba. ¿Te ha hecho venir Alejandra?

–Sí, para revisar un guion. Empezamos a trabajar juntos el mes que viene, tú misma arreglaste la cita.

Paula lo recordó en aquel momento. Pero lo había hecho cuando Pedro era lo único en lo que pensaba y haberse comunicado con Kevin por correo electrónico le había resultado indiferente.

–Lo había olvidado –dijo, encogiéndose de hombros.

–Lo que dice mucho del lugar que ocupo –dijo él con una mueca.

–Sí –dijo ella con franqueza.

–Lo sé. Me dí cuenta demasiado tarde de que había sido un idiota.

–Un idiota infiel –le corrigió Paula.

–Así es... Joaquín es lo único de mi matrimonio de lo que no me arrepiento –Kevin se volvió hacia la puerta abierta y al otro lado Paula vió a un niño sentado en un sofá: el hijo que Sabrina había estado esperando cuando Kevin rompió con ella–. De saber que estabas aquí, no...

Paula lo interrumpió.

–Me encantaría conocerlo.

–Es un chico fantástico –dijo él, iluminándosele la mirada–. Quizá tú y yo...

–No –dijo Paula.

Pero era verdad que quería conocer a Joaquín y presentárselo a los gemelos. Así tendrían compañía y la mantendrían ocupada, que era lo que necesitaba hacer para dejar de pensar en Pedro y olvidar cualquier esperanza de que fuera a buscarla.Tenía que aceptar la verdad. Amaba a Pedro Alfonso, por más que pensara lo contrario, él ni quería ni podía amarla.


En contra de lo que Pedro había creído, Paula no iba a volver. Después de intentar olvidarla en vano, había intentado convencerse de que se daría cuenta del error que había cometido y volvería. Él entonces sería generoso, sonreiría, la tomaría en brazos y la llevaría a la cama para demostrarle lo que se había estado perdiendo. Ese pensamiento era lo único que le hacía sonreír.

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