viernes, 2 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 1

Por su aspecto, Paula pensó que Don Alto, Moreno y Espectacularmente Guapo, que dedicaba una seductora sonrisa a su preciosa hermana, Delfina, debería haber llevado en la frente escrita con mayúsculas la palabra «PELIGROSO».El tipo de peligro del que le correspondía a ella salvarla. Así que se quedó observándolos, apoyada en un pilar del salón de baile del castillo Mont Chamion, mientras a su alrededor se celebraba la boda de Su Alteza Real la princesa Adriana con su atractivo novio, el conocido actor y director Felipe Alfonso. La orquesta tocaba y las parejas bailaban en la pista. Pero en lugar de bailar, Delfina permanecía junto al hombre, hablándole desde tan cerca que casi se tocaban.¿Era mucho pedir que Don Peligroso se limitara a corresponder a su sonrisa y a su coqueto parpadeo con una sonrisa amable, y que pasara de largo? Era evidente que estaba fuera de la liga de Delfina. Su hermana podía ser bonita y coqueta, pero aquel hombre debía de pasar de los treinta y era demasiado hombre para ella, que acababa de cumplir veinte... y que no era precisamente madura para su edad.

Paula vió a su hermana posar la mano sobre el brazo de él, y mirarlo con admiración. Paula reconocía aquella expresión: o estaba verdaderamente interesada en lo que él decía, o Delfina estaba haciendo lo que se le daba mejor: actuar. En cualquier caso, sabía que tendría que intervenir. Las parejas de baile le bloqueaban la visión por un momento, pero cuando volvió a verlos, el hombre miraba con gesto divertido a su hermana. Al sonreír se le formaba un hoyuelo en la mejilla, que Delfina acarició con un dedo. Contuvo un gemido, notó un codo en la espalda y se volvió esperando una disculpa. Pero encontró a su madre con gesto alarmado.

–¡Haz algo! –musitó Alejandra Schulz.

 Y se volvió para tomar del brazo al productor danés, Rafael Mikkelsen y dedicarle una de sus cegadoras sonrisas de antiguo sex symbol del celuloide. Paula pensó que era una suerte que Delfina todavía no hubiese alcanzado el nivel de perfección que tenía la madre de ambas en el arte de la seducción. Cesó la música y creyó oír una risa ahogada de su hermana, a la que se unió la de una profunda voz de barítono.

Alejandra también debió de oírla, porque se volvió y lanzó una mirada de irritación en su dirección antes de volverla a Paula con preocupada complicidad. Así que Paula apretó los dientes, consciente de su deber:

–Está bien. Allá voy.

Como mánager de su madre y de su hermana, Paula era responsable de sus carreras profesionales. Se ocupaba de la administración de sus finanzas, organizar su agenda, estudiar las ofertas que recibían, los contratos y la multitud de peticiones que recibían una de las más famosas actrices de cine, y su preciosa hija de prometedora carrera.Pero de todo eso, lo único que Edie odiaba era tener que intervenir cuando su hermana hacía alguna tontería. A lo largo de los años, Alejandra había aprendido a cuidar de sí misma. Y si cometía errores, se ocupaba de rectificarlos. Delfina, por contraste, era joven y vulnerable, emocional y temperamental. También era amable y cariñosa. Lo que la convertía en una bomba de relojería. Conseguir que Delfina estuviera lo bastante ocupada y con constantes proyectos profesionales era la mejor manera de asegurarse de que no cometía alguna locura.Normalmente Edie se ocupaba de ello organizando su calendario, para lo que no necesitaba moverse de California. Pero dos días antes su madre había llamado desde Mont Chamion diciendo: «Haz las maletas ». Y cuando su madre hablaba en ese tono, sabía que no valía la pena discutir. Alejandra tenía un sexto sentido para intuir cuándo Delfina podía meterse en un lío, y siempre era mejor actuar con prontitud. Así que Paula había tomado el primer vuelo para intentar apagar el fuego antes de que prendiera.Pero no había contado con asistir a la boda. «¿Por qué no?», Alejandra insistió. «Claro que vas a venir. Y a la recepción. Cualquiera sabe qué puede hacer Delfina, sobre todo ahora que Lucas se ha marchado».

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