viernes, 9 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 18

No era el tipo habitual de mujer con la que Pedro se acostaba, pero la deseaba como a ninguna. Era directa y dulce, decidida y dubitativa, distante y al mismo tiempo capaz de hacerle arder en deseo. Veía e intuía demasiado, y no vacilaba en hablar de ello... Pero ya no estaban hablando. No. Se estaban besando y los labios de Paula parecían tan hambrientos como los suyos, sus manos igualmente ansiosas. Con ellas le recorrió la espalda, le tomó el rostro y lo acercó al suyo, y Pedro no protestó porque quería hacer lo mismo. Él hundió los dedos en su cabello, le retiró las horquillas que se lo sujetaban, y lo dejó caer sobre sus hombros y su espalda. Enredó sus dedos en él y aspiró el aroma cítrico de su champú y del perfume natural de Paula Chaves. Era embriagador y daba lo mismo que no fuera una mujer con la que fuera a bastarle una noche para saciarse de ella. Haría lo que fuera necesario por lograrlo. Pero no se privaría de pasar la noche con ella.

–He olvidado enseñarte un sitio –musitó sin separar los labios de los de ella. Cuando Paula abrió los ojos, él añadió–: Mi dormitorio.

–Tienes toda la razón –susurró ella en un tono ronco que aumentó la excitación de Pedro.

–Por aquí –dijo él, tomándola en brazos y yendo hacia una puerta que abrió con el pie. Luego la cerró con la cadera y echó a Paula en la cama, a oscuras, antes de acostarse a su lado.

–Enciende la luz –dijo Paula.

–¿Qué?

–Si vas a ser mi guía, no quiero perderme nada.

A Pedro le encantó la idea porque estaba deseando verla mientras hacía el amor.

–¿O es que no hay electricidad y usas velas? –preguntó ella.

–Las velas no están mal, pero hoy prefiero una lámpara –dijo él, encendiendo la que había en la mesilla.

La luz que proyectaba era tenue, pero permitía ver el austero mobiliario y la cama doble. No era un nido de seducción, pero Pedro no tenía ojos más que para Paula, a la que habría querido seducir en cualquier parte. Estaba reclinada en la cama, con el vestido malva contrastando con su pálida piel. Bajo aquella luz, sus pecas desaparecían y su piel parecían tener un brillo dorado mientras que su cabello parecía aún más oscuro y lustroso. Pedro se lo peinó con los dedos una vez más y se llevó un mechón a la cara para sentir su suavidad en la piel de la mejilla y en los labios. Luego, volvió a aspirar su aroma a limón y a aquella mujer a la que quería dedicar una noche inolvidable.No pretendía borrar el recuerdo de su marido porque sabía que sería inolvidable, como Aldana lo era para él. Pero quería que desde aquel día en adelante, cada vez que pensara en hacer el amor, se acordara de él. Se echó hacia atrás para deshacer el nudo de la corbata, que se quitó junto con la chaqueta sin dejar de mirarla. Ella descansó la cabeza en la almohada y lo observó con una sonrisa y una expresión de deseo que disparó el de él un grado más. Cuando Pedro se llevó la mano a los botones de la camisa, ella se adelantó, diciendo:

–¿Me permites?

A Pedro le costaba ceder el control, pero quería que Paula disfrutara y formara parte tan activa como él, así que asintió.

–Como gustes.

Paula se sentó y se inclinó hacia él y fue desabrochándolo lentamente, dejando que sus nudillos acariciaran la piel que iba quedando al descubierto. Según descendía hacia su cintura, él sintió que le temblaba la barbilla y ella se mordió el labio inferior. Pedro apretó los puños para reprimir el impulso de apartarle las manos y terminar él y acelerar el proceso, pero habiendo cedido el control sabía que no debía recuperarlo, que era ella quien debía marcar el ritmo. Y la lentitud con la que ella actuó estuvo a punto de acabar con él.

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