lunes, 12 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 25

Paula lo esperó al tiempo que su mente trabajaba frenéticamente para saber cómo manejar la reaparición de Pedro Alfonso en su vida. En primer lugar, se recordó, Pedro no estaba allí por ella, sino por la casa de adobe. «No olvides que para él no es más que trabajo», se dijo con firmeza al verlo volver del coche con una bolsa de viaje en un hombro y un maletín de ordenador en el otro.

–¡Qué magnífico! –exclamó él, ya en el interior.

El salón de techos altos, paredes de color crema y suelo de terracota se abría a un amplio patio al que daba sombra una parra. Las puertas estaban abiertas y la brisa refrescaba el interior.

–Mi hermano dice que parece une decorado de película ambientada en España –dijo Paula, encogiéndose de hombros. Pedro rió.

–Entiendo a lo que se refiere, pero es una reproducción muy digna.

–Eres más condescendiente que Benjamín–dijo Paula, sorprendida de que Pedro no fuera más severo. Cuando llegaron al piso superior, comentó señalando las numerosas puertas abiertas que tenían ante sí–: Casi cualquiera de estos dormitorios está a tu disposición.

Luego le mostró cada una de ellas, indicándole cuál era la suite de su madre, la de su hermana pequeña, Melisa, y la de sus hermanos gemelos, que daban a la piscina.

–Están de vacaciones en Tailandia con Alejandra –explicó.

También ella de pequeña solía acompañar a su madre durante los rodajes.

–¿Y esta? –preguntó Pedro, indicando una particularmente austera.

–Es la que usa mi hermano Benjamín cuando viene de visita, pero puedes ocuparla. O –añadió Paula con una sonrisa–puedes dormir en la de la torre.

–¿Qué torre?

–¿No te has fijado en la torre morisca? –preguntó Paula.

Era el lugar más romántico de toda la casa. Pedro sonrió.

–La había olvidado. ¿Hay un dormitorio en ella?

–Una pequeña suite que Delfina adora.

–Puedo imaginarlo. ¿La usa cuando viene?

–Sí, pero ahora está fuera, así que si la quieres...

–¿Y por qué no la usas tú?

–Porque vivo en un departamento que Benjamín se hizo sobre el garaje, y en el que me instalé tras la muerte de Rodrigo.

–¿Y quién duerme en tu antigua cama?

–Nadie –dijo ella.

–¿Y de quién es esta? –preguntó Pedro, al pasar junto a una que daba al bosque.

–Era la mía –dijo Paula.

–Pues entonces me la quedo –dijo él.

Y, entrando, dejó la bolsa y el ordenador sobre la cama.

–Muy bien –dijo ella, evitando dotar a la elección de cualquier significado–. Te dejo para que te instales.

–¿Hay alguien más en la casa?

–No. Pero no te preocupes, Clara, la asistenta de Alejandra, vendrá y cocinará a diario.

–Por mí no hace falta, puedo cocinar yo mismo. Además, si no me parece que la restauración tenga sentido, puede que ni siquiera me quede.

–Claro.

Edie cruzó los dedos para que se hubiera ido antes del anochecer y para que la vida siguiera su curso.

–¿Quieres ir a ver la casa de adobe hoy mismo o estás cansado del viaje?

–No, sólo he volado desde Los Ángeles. Preferiría ir hoy mismo.

–Pues baja cuando quieras y te llevaré. Estaré en el despacho, en la parte de atrás de la casa, junto a la cocina. Si te pierdes, sigue el sonido del teléfono.

En aquel mismo momento empezó a sonar, así que tuvo la excusa perfecta para marcharse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario