viernes, 16 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 35

–Me alegro de haberle aclarado las cosas –dijo a Apolo mientras desayunaba.

El perro se limitó a mirar ansiosamente la tostada que estaba untando con mantequilla.

–Tú ya has desayunado y sabes que no te doy de comer de la mesa –dijo Paula.

Pero eso no impidió que Apolo siguiera cada movimiento de su mano hasta que la tostada desapareció. Luego trotó tras ella hacia la casa de Alejandra. En la cocina no había ningún rastro de que Pedro hubiera desayunado antes de irse, y llegó a preguntarse si no habría sido un sueño, pero como sabía que no lo era, se preguntó si no se trataba de un aviso. Quizá Alejandra estaba en lo cierto y, ya que sus hormonas habían despertado, no tenía sentido que esperara en casa sentada a que apareciera el hombre perfecto. De hecho, al romper con Kevin había ido a la universidad y allí había conocido a Rodrigo. Tal vez debía actuar de la misma manera. Por mucho que hubiera amado a Rodrigo, no quería pasar el resto de su vida sola. Rodrigo no lo habría querido. Y si Pedro Alfonso no era la persona adecuada, le correspondía a ella buscar a alguien que sí lo fuera.Tanto se lo dijo que llegó a convencerse y a entrar en acción. Cuando David Saito, un profesor en el instituto de Santa Bárbara, llamó aquella mañana para saber si Alejandra acudiría a dar una charla al grupo de teatro cuando empezaran las clases, en lugar de limitarse a tomar nota y quedar en avisarle, charló con él. Davis era de la edad de Benjamín; habían sido compañeros de clase y de surf; también era amigo de Rodrigo, y Paula recordaba lo amable que había sido al morir este.Tras hablar sobre Benjamín, David le preguntó por su vida.

–Estoy bien –dijo ella–. Aunque trabajo mucho.

–Demasiado, como de costumbre –dijo él.–Puede que tengas razón. Debería salir más –dijo ella, a pesar de que cualquier otro día habría dicho que no era para tanto.

Hubo una pausa, como si la respuesta tomara a David de sorpresa. Luego este dijo:

–¿Quieres que salgamos? –tras una pausa, añadió–. No pretendo ligar contigo, Paula. Al menos por ahora –bromeó–. Hay un concierto de un grupo de los ochenta el viernes por la noche en el campus. Pura nostalgia. ¿Te apetece?

Podía ser divertido, y David era un buen amigo. ¿Por qué no?

–Muy bien.

–¡Fantástico! ¿Quieres que cenemos antes?

–Podría cocinar yo.

–No. Te recojo a las seis.

–No hace falta, podemos quedar en el restaurante.

–No, será un placer recogerte. Hasta entonces.

En cuanto colgó, Paula pensó que había cometido un error.

–No es verdad –se dijo en alto con toda la firmeza que pudo–. Vas a salir con un amigo. Tienes que vivir. Alejandra estaría orgullosa de tí –añadió con sorna.

Y al mencionar a su madre recordó que tenía que hablar con ella, pero una vez más, no obtuvo respuesta.Era la tercera vez en aquella mañana. Era evidente que estaba fuera de cobertura. Paula suponía que Pedro le habría enviado un correo anunciándole que no haría la restauración, y pensó que Alejandra se lo merecía por meterse donde no la llamaban.Por otro lado, no podía evitar sentir lástima de que la casa de adobe no fuera a renovarse. Visitarla con Pedro le había hecho recuperar numerosos recuerdos que tenía asociados con ella, y cómo Rodrigo y ella habían planeado recuperarla aunque solo fuera como casa de veraneo. Pero ya nada de eso iba a pasar. La vida pasa mientras estás ocupada haciendo planes. Era una frase de John Lennon, pero su madre había empezado a usarla como si fuera suya. Al menos tenía una cita con David, y aquella tarde terminaría de clasificar los papeles que había empezado el día anterior, cuando pedro había sido la «vida»que había interrumpido sus planes.

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