lunes, 26 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 50

Fueron a Leadbetter, la playa a la que Paula solía ir cuando estaba en el colegio. Se trataba de una playa urbana, de arena blanca y mar apacible, con el cielo azul a un lado del horizonte y las casas de tejados rojos de Santa Bárbara al otro. Paula la eligió porque tenía buenos recuerdos de ella y no era un lugar que soliera visitar con Rodrigo. Nadaron y pasearon, y Pedro pareció disfrutar tanto como ella. Se alegraba de haberlo invitado y de que lo que le había dicho Alejandra le hubiera dado esperanzas de poder conseguir algo. Gracias a Rodrigo sabía cómo hacerlo, porque él lo había hecho por ella.

Tras la dolorosa ruptura con Kevin, había evitado la compañía de los hombres y había perdido la confianza en ellos y en el amor. Por eso se había resistido a Rodrigo. «No quiero salir», solía decirle.«No quiero una relación». Rodrigo se limitaba a sonreír y a sugerir: «Vayamos a nadar», o «¿Por qué no volamos una cometa?». Nunca le exigía, solo le proponía. Y su perseverancia había vencido su resistencia. Porque antes que amantes, habían sido amigos. Quizá no había sentido la pasión que había despertado Kevin en ella, pero a la larga, habían construido una relación duradera y profunda. Claro que con Pedro las circunstancias eran otras. Ni se conocían desde hacía tiempo ni eran amigos. Lo primero que habían sido era amantes. Y desde ese instante había habido entre ellos algo... una chispa, una sospecha, una promesa. Ella había intentado ignorarlo, pero ese «algo» no había perdido intensidad.Por eso había decidido dejar de oponerse a ello, y seguir el consejo de Pedro. No porque pudiera elegir entre enamorarse de él o no, puesto que ya había sucedido.Si no entre huir o intentar establecer una relación. Había elegido detenerse y abrirle los brazos. ¿Y Pedro? Estaba en la posición en la que ella se encontraba antes de que Rodrigo apareciera en su vida, atrapado en el pasado por la muerte de su prometida. Había dado la espalda a los sueños y a la esperanza. Sin embargo, estaba segura de que sentía algo por ella. Si no, no habría estado allí. Aunque las posibilidades fueran limitadas, había decidido que entregar el corazón no era para los pusilánimes, que arriesgarse, tal y como había descubierto con Rodrigo, valía la pena.

Pedro no sabía por qué Paula había cambiado de actitud, pero estaba encantado. Desde que había dejado de evitarlo y acudía regularmente a visitarlo a la casa de adobe, los días eran mucho más agradables. ¿Y las noches? Tal y como las había imaginado.No había sabido qué esperar, pero Paula no había tardado en dejárselo saber. La misma noche del paseo por la playa y tras recoger la cena, dijo:

–Estaba pensando en darme un baño.

Pedro, que había confiado en que la sobremesa se prolongara, la miró desconcertado. Pero ella le dedicó una sonrisa pícara y añadió:

–¿Quieres acompañarme?

No tuvo que preguntarlo dos veces.

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