viernes, 16 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 32

En cuanto Paula abrió la puerta a Pedro, se sintió como si la estuviera cortejando, y por más que se dijo que no era verdad, que estaba allí por trabajo, la forma en que le sonreía, la calidez de su mirada, el roce de sus dedos, que buscaba cada vez que le rellenaba la copa, consiguieron que deseara que no fuera así.

Hacía una preciosa noche californiana en la que soplaba una suave brisa; la comida era exquisita y Pedro se comportaba de manera encantadora. Ese era el problema: le resultaba demasiado fácil hablar con él, y era un placer mirarlo. Le contó en detalle lo agotadores que habían sido los proyectos de Noruega y Escocia.

–¿Y aun así te has animado a venir? –Paula sabía que Alejandra era muy persuasiva, pero le extrañaba que hubiera accedido a inspeccionar la casa, y más sabiendo que coincidiría con ella.


¿O acaso también él había despertado con su encuentro? Paula se inclinó hacia delante para observarlo más detenidamente al tiempo que él se apoyaba en el respaldo y la observaba entornando los ojos.


–Es a lo que me dedico –dijo finalmente, encogiéndose de hombros–. Me gustan los retos.

Paula sintió al instante la corriente de atracción que se trasmitía entre ellos como un puente que los unía, aunque siguiera sin estar segura si era solo físico o también emocional.

–¿Quieres café? –preguntó él, esbozando una juguetona sonrisa.


Paula recordaba bien el sabor de aquellos labios y la deliciosa presión que podía ejercer sobre los de ella. Había llegado la hora de marcharse, pero eso adelantaría la hora de tomar una decisión, y antes, debía fortalecer sus defensas. Así que pidió un café, que resultó ser delicioso, y tan fuerte que le permitiría hacer el amor toda la noche. Si no fuera porque...Se asió a la taza como si fuera un salvavidas. Finalmente, miró a Pedro a los ojos y dijo:


–Tenemos que dejar una cosa clara –Pedro arqueó las cejas ante la solemnidad de su tono y esperó–. No voy a acostarme contigo –concluyó Paula.


Pedro se irguió y su expresión pasó de la sorpresa a la sorna.


–¿De verdad? –preguntó en un tono de indiferencia que avergonzó a Paula.

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