miércoles, 21 de noviembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 40

Al preguntarse por qué no habría intentado recuperar aquellos recuerdos antes, se dió cuenta de que había temido vincularlos a la dolorosa muerte de su padre. Por otro lado, tampoco Benjamín había vuelto a hablar de ello. Ni siquiera Rodrigo, quizá porque no quería entristecerla. Pero Pedro hacía preguntas y ella las contestaba. Cuando se quejó de estar hablando demasiado de sí misma y que era su turno, Pedro  le contó historias de su infancia y de los veranos en Long Island con su hermano, Federico, y sus primos Alfonso, especialmente Felipe y Marcos, que eran de su misma edad.


–Éramos unos gamberros y siempre nos metíamos en líos –dijo.


Paula rió con las anécdotas y se espantó al ver las cicatrices. Y se dió cuenta de que, a pesar de no acostarse con Pedro, se enamoraba un poco más de él cada noche. Las sobremesas se prolongaban y se hacía más difícil cortarlas para ir a trabajar. Pero siempre lo conseguía porque era su única defensa.



Cuando llegó el viernes, se alegró de haber quedado con David. Para las cuatro de la tarde, tras varias conversaciones intensas y un nuevo intento frustrado de contactar con Alejandra para hablar de un guion, decidió tomarse un descanso e ir a su apartamento para decidir qué ponerse.

–Vámonos –dijo, volviéndose hacia Apolo.

Pero Apolo no estaba a su lado. Paula se levantó y recorrió la casa llamándolo. Desde que lo había adoptado de un refugio de perros, al volver a los Estados Unidos tras la muerte de Rodrigo, Apolo había sido su sombra. Jamás se separaba de ella. Intentó pensar cuándo lo había visto por última vez y recordó que había sido al mediodía. Apolo era un perro muy sociable y cuando había más gente, le gustaba jugar. Pero ella era la única persona en aquel momento. Excepto...


–¡Apolo, no te habrás atrevido! –exclamó.




Era imposible que hubiera ido tras Pedro a la casa de adobe. ¿Por qué iba a hacerlo? Sin embargo,era la única explicación.  A no ser que le hubiera pasado algo.«No, Dios mío».Se le hizo un nudo en el estómago al pasársele por la mente la desaparición de Rodrigo. Racionalmente, sabía que no era lo mismo. Apolo era un perro y estaba en su territorio; no era un hombre en un pequeño bote en medio de una tormenta. Era habilidoso y competente...Pero también lo había sido Rodrigo; además de ser un experto patrón. Simplemente, estaba en el lugar y el momento inadecuados.


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